Por JORGE BARRAZA

Joseph Blatter anticipó que intentará darle un cupo directo a Oceanía a partir de la próxima Copa del Mundo. La pregunta es de dónde lo sacará.

...Y pasó la primera semana sin Mundial después del Mundial. Y la segunda... Fue entre aburrido y melancólico. Porque a lo bueno te acostumbras rápido. Y te das cuenta de que en un Mundial, hasta un Argelia-Ghana es un plato atractivo, de rico sabor. Toca volver a nuestras demacradas ligas locales, famélicas de figuras, para las cuales no guardamos mayores expectativas. Arsenal-Godoy Cruz, Belgrano-Rafaela, Quilmes-Olimpo...

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Nos pasan los partidos por arriba sin siquiera saber los resultados. Luego, poco a poco, vamos readaptándonos a lo local y terminamos interesándonos por los avatares domésticos: ¿Cómo salió Tigre...? ¿Y Banfield...?

Hasta que pasen los meses y el calendario nos depare otra Copa América (2015), una Eurocopa (2016), otra Eliminatoria (¡guauuuu...!). Entre tanto, habrán cobrado vida otra vez las ligas europeas, ese sí un bocado apetitoso. Y la Champions...

Los Mundiales son mucho más ilusionantes para Sudamérica, África, Asia o la zona Concacaf que para Europa. A todo el resto nos permite, cada cuatro años, ser protagonistas del fútbol de élite, bailar en la fiesta más glamorosa. Los europeos consumen caviar futbolero en todo momento.

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La buena noticia para Sudamérica es que colocó 5 representantes entre los primeros 12 de la Copa: Argentina (2º), Brasil (4º), Colombia (5º), Chile (9º), Uruguay (12º). Y Ecuador no quedó tan lejos: (17º). Europa, con 13 equipos, también ubicó 5 en la decena.

Concacaf fue otro que destacó: Costa Rica (8º), México (10º) y Estados Unidos (15º). Y el fútbol desplegado habla mejor que esas posiciones. El único fuera de tono fue Honduras (31º).

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La mala para Sudamérica es que en Rusia 2018 tendrá una selección menos. O dos. Esta vez hubo 6 porque se potenció todo: las 4 plazas y media se transformaron en 5 al ganar Uruguay el repechaje ante Jordania; y a ello se sumó Brasil como anfitrión. Ahora vuelve a los 4 y medio, con un agravante: la eliminatoria tendrá 10 contendientes, no 9: se agrega Brasil. Será más competitiva que nunca.

El reparto de lugares, en los últimos Mundiales, es Europa 13, África 5, Asia y Conmebol 4,5, Concacaf 3,5, Oceanía 0,5 y el país organizador 1. Joseph Blatter anticipó que intentará darle un cupo directo a Oceanía a partir de la próxima Copa. La pregunta es de dónde lo sacará. Además, generará discusión: sería casi como regalarle un lugar fijo a Nueva Zelanda en cada Mundial. Ocurre que, al irse Australia a la Confederación Asiática, Nueva Zelanda quedó como amo entre un grupo de islas polinésicas muy elementales futbolísticamente: Tonga, Vanuatu, Tahití, Samoa... Ganaría siempre su eliminatoria.

El que sigue teniendo demasiados asientos es Europa. Ya desde Alemania 2006 la UEFA resignó un lugar (pasó de 14 a 13), entendiendo que su porción de torta era demasiado gruesa. Ahora, con el fútbol tan equilibrado, tampoco se justifican 13, pero, ¿quién le quitará una silla? La distribución de plazas es resorte del Comité Ejecutivo de la FIFA, y allí la UEFA cuenta con 8 representantes sobre 24, es difícil que prospere cualquier iniciativa en su contra. Y nadie quiere ceder voluntariamente un cupo. Además, la UEFA tiene toda la gravitación política: la bestial sanción a Luis Suárez es una muestra.

Por sus sólidas actuaciones en Brasil, a Conmebol y Concacaf les asistiría el derecho deportivo de reclamar más participación fija; sin embargo, tienen escaso peso político. Asia ha cumplido una campaña desastrosa: Corea del Sur 27º; Irán 28º; Japón 29º y Australia 30º. Incluso se fueron sin ganar un solo partido. Pero la Confederación Asiática cuenta con 46 asociaciones y representa a 4.200 millones de habitantes, en tanto las tres Américas suman 45 asociaciones futbolísticas y 957 millones de población. Con África sucedió lo mismo.

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Los Mundiales no se conforman solo por mérito deportivo sino también por representación política y demográfica. Y está bien; para que el fútbol se vaya robusteciendo y universalizando cada vez más en todos los confines. Ir a un Mundial es un empujón de entusiasmo fantástico para que los países se desarrollen más, se preparen mejor, crezcan. Y para que no lleguen siempre los mismos hay que dar oportunidades; eso se traduce en más cupos. Para Oceanía sería un impacto positivo conseguir su propia plaza fija.

La única solución es que Europa acepte bajarse otro lugar, de 13 a 12, lo cual es muy improbable.

Pero aun cuando Sudamérica consiga alguna mejora (demasiado hipotético, pues ya está participando con el 50% de sus afiliados, que en Brasil fue un altísimo 60%) nuestra región afrontará un reto adicional: su propia Eliminatoria. Si ya era dificilísima, lo que viene será aún más duro. Medios como Bolivia, Venezuela, Perú, que poco o nada clasifican, se desaniman pensando en Brasil y Argentina: “Ahí ya hay dos cupos seguros”, dicen. Pero ese problema siempre estuvo. Lo mismo que Uruguay. Uruguay es como ese portero irreductible que no permite pasar y tiene registrado a todo el mundo, mejor intentar por otra puerta...

La nueva dificultad son Colombia y Chile, que han logrado un nivel deportivo tan alto como Brasil o Argentina (en cualquier momento va a suceder que se queden fuera del Mundial alguno de los dos grandes... O los dos...). Y aún con los vaivenes lógicos del deporte, tienden a mantenerlo; incluso más allá de las camadas, porque este es un argumento indiscutible: hay oleadas de jugadores mejores que otras. Colombia y Chile han logrado un piso de competición importantísimo. Solo por autoexigencia, en adelante van a estar siempre peleando arriba.

A esos cinco (Brasil, Argentina, Colombia, Chile, Uruguay), hay que sumarle a Ecuador y Paraguay, un escaloncito por detrás. Más separados, los tres de abajo que pugnan por llegar y en su intento van a dañar a más de uno.

Más que nunca se necesita un gran entrenador, una preparación impecable y seguir trabajando en inferiores, pues todo parte de los jugadores. Si no hay abajo, no hay arriba. Entonces, todo lo demás pasa a ser accesorio.

Por sus sólidas actuaciones en Brasil, a Concacaf y Conmebol les asistiría el derecho de pedir más participación fija, pero tienen escaso peso político.