México quedó como un niño al que se le pincha el globo. Venía jugando feliz, animado, siendo una de las revelaciones del torneo y ¡puf…! Una vez más se le cruzó la maldición del cuarto partido. En los últimos cinco Mundiales había chocado contra ese muro impasable de concreto. Ayer sumó la sexta decepción consecutiva. Ahora fue Holanda el verdugo que le tronchó la ilusión de seguir soñando. ¡Y cómo…! Hasta faltando cinco minutos ganaba y acariciaba el pase; le empataron; y en tiempo de descuento le dieron el golpe inesperado, cruel: gol de Holanda, penal… Y de un penal discutidísimo.