Por: Ricardo Vasconcellos R. | rvasco42@hotmail.com

El periodista Carlos Boyero interrogó al afamado director de cine Pedro Almodóvar sobre sus miedos en una entrevista que se publicó en el diario español El Mundo. Sobrecargado de ansiedad el entrevistado confesó: “No tengo memoria. No tengo memoria en todos los aspectos, y eso es algo que me perturba y me angustia (...) me gustaría sentirme acompañado de mí mismo, de mis recuerdos más significativos, de mi historia y también me gustaría que esa memoria fuese una especie de base analgésica para mi propia vida, a la que poder volver y sobre la que poder reflexionar. Pero resulta que le tengo verdadera fobia a mirar hacia atrás”.

No encontré raro el trastorno de Almodóvar porque suelo verlo en nuestro país todos los días, especialmente en el deporte. Es una especie de terrorismo contra la historia que pretende bombardear la gloria pasada y demoler todo vestigio de grandeza. Un triunfo, según dicen, borra todos los anteriores. Lo viví de cerca cuando un personaje de nuestra natación solía decir que había que enterrar a Los Cuatro Mosqueteros del Guayas y la Hazaña de Lima, aquel episodio que estremeció a América en 1938 cuando cuatro jóvenes desconocidos ganaron el campeonato sudamericano de natación a equipos completos con experiencia olímpica.

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Cuando Andrés Gómez ganó Roland Garros en 1990, un coro vociferante sostuvo que era lo más grande en la historia del tenis nacional y que debíamos olvidarnos de Pancho Segura, tres veces campeón del mundo. Hoy Segura es el único deportista ecuatoriano que figura en un Salón de la Fama del deporte mundial, el del tenis donde moran las leyendas.

Antonio Valencia empezó a descollar en el Manchester United y los odiadores de la historia opinaron que había que echar al cesto del olvido a Alberto Spencer Herrera, dos veces campeón mundial de clubes con Peñarol y goleador histórico de la Copa Libertadores. La Enciclopedia Océano incluye a Spencer entre los 100 mejores futbolistas del mundo en todos los tiempos en un capítulo titulado ‘Los inmortales’. !La misma fobia de Almodóvar!

La victoria de Barcelona ante Estudiantes de La Plata en 1971 ha sido calificada de hazaña, algo que comparto plenamente. El equipo que dirigía Osvaldo Zubeldía se valía de todas las artimañas posibles para lograr su objetivo. Había sido el primer conjunto en ganar tres veces consecutivas la Copa Libertadores de América; había sido campeón del mundo de clubes venciendo al Manchester United (1968) y había jugado otras dos finales. Iba a enfrentar a Barcelona como local en su estadio, invicto en encuentros internacionales. Se había llevado una victoria del Modelo y nadie apostaba un céntimo por un triunfo del ídolo del Astillero.

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La revista argentina El Gráfico, en la edición del 27 de abril de 1971, contenía una nota firmada por Oswaldo Ardizzone, titulada ‘Lo que canta Estudiantes… Mozo, traiga otra Copa’. En ella el periodista decía: “Por ahí Barcelona es un equipo de tercera categoría donde el maestro Spencer está jugando la última parada de su gran carrera goleadora”. Sobre el encuentro jugado en Guayaquil y la victoria de Estudiantes, Ardizzone escribió: “Resolvieron el partido más que con esa organización para encararlo. Con la seguridad y serenidad del equipo que sabe lo que quiere. Que sabe que en este tipo de confrontaciones no se gana sobrando aunque el rival sea de tercera categoría (…). Ya sé que Barcelona es un equipo de tercera categoría, pero el partido era allá, en Guayaquil, con las tribunas de Guayaquil y con los 35 grados de Guayaquil”.

El 29 de abril de 1971 el mundialmente famoso Estudiantes de La Plata cayó ante Barcelona con un gol que marcó el sacerdote Juan Manuel Bazurko en jugada en la que intervinieron Jorge Bolaños y Alberto Spencer, los tres ya fallecidos. El diario platense El Día dijo el 30 de abril: “La de anoche fue la primera caída de Estudiantes en cotejos por la Copa Libertadores en el campo de 57 y 1. En la única oportunidad en que perdió un punto fue ante Millonarios de Colombia, en 1968, cuando igualó sin goles. Todos los demás encuentros habían resultado, hasta el presente, favorables a la formación platense”.

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En el mismo diario, un periodista con el seudónimo de Mercurio comentaba: “He visto a adictos locales llorar de dolor, mientras la muchachada amarilla lo hacía de júbilo en varios sectores de la cancha (...). El mismo público platense, aunque amargado y balbuceando vocablos como: desastroso, increíble, pavoroso, parece cuento, etc., aplaudió al conjunto de entusiastas ecuatorianos”.

Los que disfrutamos aquella noche inolvidable en que hicimos arrodillar a la arrogancia, pegados a las transmisiones radiales, no olvidaremos nunca la hazañosa actuación de nuestro equipo nacional. Los que padecen fobia hacia el pasado bien pueden recordar esta frase de Jorge Luis Borges: “Como muchas veces desconocemos el futuro y recordamos mal el pasado, creemos que la única realidad es el presente. Esto no es cierto. El presente está lleno de pasado y de futuro”. O bien esta del maestro José Ortega y Gasset: “El progreso no consiste en aniquilar hoy el ayer, sino al revés, en conservar aquella esencia del ayer que tuvo la virtud de crear este hoy mejor”.

Se pretende bombardear la gloria pasada y demoler todo vestigio de grandeza. Un triunfo, dicen, borra todos los anteriores. Es fobia por el pasado.