Por: Ricardo Vasconcellos R. | rvasco42@hotmail.com

Guamán vive hace muchos años en San Francisco, California, tiene 88 años y alista maletas para venir, luego de muchos años, a Guayaquil para estar presente en la inauguración del Museo de Emelec.

Uno no imagina el alcance que tiene el mensaje periodístico, ni calibra la emoción que despierta la mención de un nombre o la remembranza de una gesta deportiva. El correo electrónico y el mensaje en vivo y en directo, en plena calle, son la muestra del impacto de aquello que escribimos. No faltan, por cierto, aquellos que les provoca molestia el que uno les recuerde sus deberes o les reprenda en su indolencia. Para ellos, Joan Manuel Serrat tiene una cita: “No es triste la verdad, solo que no tiene remedio”.

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Me escriben las hijas de José Guamán Castillo, aquel marcador de punta que llegó a Emelec en 1946 para ser titular y campeón al lado de ese gran zaguero que fue Félix Leyton Zurita, una de las estrellas que dio mi barrio.

Guamán fue campeón ese año con los “eléctricos” y repitió en 1948. Jugó también en el Campeonato de Campeones Sudamericanos en Santiago de Chile y compartió tareas defensivas con Leyton y el recordado Jorge Chompi Henríquez. Después fue contratado para jugar en Río Guayas, un equipo difícil de olvidar, aunque en frases “casi célebres” del Cantinflas ecuatoriano, los cracks de Río Guayas no sabían jugar al fútbol.

Guamán vive hace muchos años en San Francisco, California, tiene 88 años y alista maletas para venir luego de muchos años a Guayaquil para estar presente en la inauguración del Museo de Emelec.

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“Por nada del mundo voy a perderme ese suceso. Emelec fue y será el equipo de mi vida”, dice el buen exjugador porteño.

Otro amigo me recuerda que olvidé mencionar entre los basquetbolistas de la selección vicentina en 1954 cuando adquirí el orgullo de llamarme “vicentino” para toda la vida, a uno de los más grandes jugadores de Guayaquil y el Ecuador: Pepe Carbo Robles. Y eso no tiene perdón de Dios. Porque Pepito Carbo fue uno de los más grandes entre 1950 y 1956. Alero, jugó junto a Carlos Valle, el inmenso pivot de LDE, Guayas y la selección, y Julio Castillo o Freddy Freire, el mago Augusto Betancourt, Pablo Cabanilla, Mario Cabanilla y William Phillips. Cuando el partido apretaba y no se podía romper la zona, el equipo apelaba al infalible tiro de media distancia de Pepe y ¡canasta! Brilló en Emelec y fue seleccionado nacional varias veces.

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Cuando se graduó de bachiller, ante la renuncia del siempre recordado director de Deportes, Zenón Macías Vera, el colegio tuvo el acierto de nombrar para ese cargo a Pepe Carbo. Con él llegaron los mejores años deportivos que yo recuerde. El Vicente Rocafuerte fue campeón en todos los deportes. Muchos de sus estudiantes se dieron el lujo de integrar selecciones nacionales de primera categoría cuando aún vestían uniforme del colegio. No me lo contaron, lo viví porque fui pupilo de Pepe en la selección de natación.

Pepe Carbo, amigo incomparable, sabe de las toneladas de afecto que conquistó como deportista y como director de Deportes en esos años, que no volvieron a vivirse nunca más.

Finalmente, otro buen amigo me reclama airado: ¡Te olvidaste del primer olímpico salido del Vicente Rocafuerte! Le explico que mi columna en la que hablé de los nexos entre LDE y el colegio no era un listado de los miles de estudiantes que dieron gloria a nuestro querido plantel porque para ello necesitaría al menos dos ediciones completas de EL UNIVERSO, pero me comprometí a dedicar varias líneas a nuestro “primer olímpico”: Alberto Jurado González.

Jurado fue primero beisbolista y pasó luego a jugar fútbol en el club Centenario, formado en 1918 para honrar a la efemérides del centenario de la independencia de Guayaquil, primera ciudad de lo que es hoy Ecuador en declararse auténticamente libre del coloniaje español. Debutó en la defensa porteña en octubre de 1920 ante los marinos del buque inglés Weymouth. En 1921 jugó por su club ante los marinos ingleses del buque Cambrian y en 1923 fue seleccionado de Guayaquil a la disputa del llamado Escudo Cambrian donado por los súbditos de la corona británica.

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En 1924 fue uno de los tres atletas nombrados para representar a nuestro país en los Juegos Olímpicos de París en 1924. El 6 de julio se convirtió en el primer atleta ecuatoriano en competir en una justa olímpica. De la irregular pista de tierra que circundaba el llamado Campo Deportivo Municipal y más tarde Estadio Guayaquil, saltó a una lisa y brillante pista de carbonilla para correr los 100 metros planos sin haber tenido nunca un entrenador. El 8 de julio compitió en salto largo. Hacía cuatro años que se había graduado en el Vicente Rocafuerte.

A todos los lectores, a los que me escriben, a los que comentan los temas de esta columna, a Colón Quiroz, compañero de trabajo y de aventuras en los dichosos tiempos en que trabajamos en Milagro, cuyas cartas a EL UNIVERSO son un gran aliciente, a las gentes del deporte, mi emocionado mensaje porque todos seamos más felices en el 2014 con la ayuda de Dios.

Jurado fue primero beisbolista y pasó luego a jugar fútbol en el club Centenario, formado en 1918 para honrar el centenario de la independencia de Guayaquil.