Arrancó jugándose con balón de cuero y en su interior, una vejiga de caucho. Las canchas tenían medidas inapropiadas; los árbitros eran escogidos entre los asistentes, aunque en pocas ocasiones se los designaba con antelación y estos llegaban a dirigir vestidos con corbata.

Las vestimentas no tenían auspiciantes y solo se apreciaban una escarapela en las camisetas y el número en la espalda. Las gradas eran de caña o de madera, el terreno de juego era de arcilla o barro; mientras los hinchas, sea cual fuese su divisa, compartían juntos.

No había cambios, solo jugaban once deportistas, las tarjetas amarilla y roja no se conocían, en fin, tiempos del ayer.

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Hace casi 40 años todo cambió. Desde el pensamiento de los directivos, la conformación de los cuerpos técnicos, la cotización de los jugadores, los sistemas de trabajo, los comentarios periodísticos, hasta los auspiciantes que ganan terreno con sus ofertas y que han hecho endiosar a deportistas en esta profesión insigne, la mejor pagada del mundo.

Y tantas otras ventajas y contratos, escenarios con nuevas tecnologías, campeonatos que paralizan el mundo, clubes y selecciones que generan pasiones, tristezas y alegrías, y una industria en donde se mueven millones en dólares y en otras monedas.

De la pampa del ayer a una cancha de hoy insigne; del ser un jugador aficionado a ser una estrella; de ganar poco a convertirse en millonarios.

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Esos aditamentos nos llevan a calificar que el fútbol es una de las principales industrias millonarias en el mundo.