Por Ricardo Vasconcellos Rosado
Columnista invitado

Julio Molina Flores, quien estoy seguro es el presidente vitalicio del Panamá, se ha cansado de buscar al presidente efectivo. Su deseo era hacer una ceremonia de recordación de los 90 años de fundación. No ha podido ser, pero quienes conocemos los buenos momentos de esa gran institución no podemos pasar por alto el aniversario.

Fue grande el club que el 23 de junio de 1923 fundó un grupo de chiquillos que jugaba en las calles aledañas al parque Montalvo y la iglesia de San Alejo, en que era entonces el límite norte del barrio del Astillero. El cónsul de Panamá en Guayaquil, Ramón Vallarino, les prestó su casa. Al principio lo llamaron ‘Flor de España’, pero luego lo cambiaron a Panamá Sporting Club en homenaje a su benefactor.

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El primer equipo, que jugó en la Liga Infantil que había creado ese año don Manuel Seminario, alineaba con John Birkett Hill; César Arditto y Dantón Marriott; Aníbal y Belisario González Villegas, Sucre Cando Marín y Gonzalo Cevallos, José Drouet, Manuel Arenas, Ramón Vallarino Jr. y Hugo Manrique.

En 1926 Panamá pidió ser admitido en la Federación Deportiva del Guayas y en 1928 disputó con LDU la promoción para jugar en primera categoría. Tres goles de Manuel Manco Arenas y uno de Hugo Manrique pusieron al club entre los mejores de Guayaquil. En 1929, con un equipo en el que jugaban los jovencitos Jaime Franco, Norberto Zorro Pérez, Leonidas Machete Elizalde, Dantón Marriott, Arturo Zambrano, Ernesto Cuchucho Cevallos, Hipólito Suárez, Jorge Cholo Benítez, el Manco Arenas, Augusto Arellano y Hugo Manrique, estuvo a punto de ser campeón de Guayaquil, pero un fallo arbitral que lo perjudicó dejó el cetro en manos del famoso General Córdova.

En la década del 30 fueron épicos los duelos con Daring y con el Italia. Hizo una gira de cinco meses por Colombia y dejó una estela de victorias. Ya estaban en sus filas leyendas de nuestro fútbol como Porfirio y Alfonso Suárez Rizzo, Luis Chocolatín Hungría, Fonfredes Bohórquez, Romualdo Ronquillo, Luis Zunino y otros grandes. El 11 de noviembre, en el viejo estadio Guayaquil, logró la primera gran victoria de un club nacional: venció 6-3 al Audax Italiano, campeón de Chile, que venía de una gira de 52 partidos por América, con 40 victorias y más de 200 goles.

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Ganó su primer cetro en 1938 y logró el bicampeonato en 1939. Ya estaban en el equipo José Arosemena, Enrique Maestro Raymondi, Euclides Suárez Rizzo, José Merino, Hungría, Ramón Unamuno, Eloy Ronquillo, Fernando Guzmán, Pancho Martínez, Pablo Ansaldo, Enrique Arias y Enrique Gorra de Paco Herrera, un feroz goleador.

Nadie podrá olvidar que en Panamá se formaron los chiquillos que en 1946 fueron a Barcelona para convertirlo en ídolo de la ciudad y del país. De la famosa escuela de los ‘cadetes’ salieron Enrique Romo, Jorge y Enrique Cantos, Galo Solís, Manuel Valle, Nelson Lara, José Pelusa Vargas y otros pibes que capitaneaba el incombustible Fausto Montalván. Cuando Barcelona se llevó a los ‘cadetes’, Panamá sacó otro equipo juvenil con Alfredo Bonnard, Enrique Flores, Kléber Villao, Galo Pombar, Federico Valdiviezo, Marcos Spencer, Gerardo Layedra, Homero Cruz, Miguel Bognoli, Hugo Hidalgo, Ángel Zamora, que fue vaciado luego por Everest en 1950, cuando se iniciaba el profesionalismo. Los últimos cracks que aportó fueron Carlos Pineda y Manolo Ordeñana, quienes hicieron historia en Emelec.

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Difícilmente un club nacional haya producido tantas generaciones de estrellas. Hoy vive de los recuerdos, cuando Julio Molina vuelve a soñar, aunque en esos sueños no aparezca el presidente del inolvidable Panamá