Si usted entiende inglés, no tiene excusa para no leer Yasuní Tiputini de Pete Oxford y Renee Bish. Si no domina esa lengua, mírelo simplemente, vale la pena, porque la fotografía es, perdón por el superlativo, pero lo merece, majestuosa. Estamos acostumbrados a ver esas soberbias imágenes de la fauna africana, con elefantes, leones y rebaños de ñus. Como los animales americanos son más elusivos, es menos común ver fotos en libertad de las especies de nuestros países. En este volumen encontrará sus retratos logrados con maestría. El texto es un apasionado alegato en defensa de la zona con mayor biodiversidad del mundo. Pero a pesar del tono emocionado, el rigor científico es impecable. Así que se deben tomar en serio las advertencias que hace sobre el arrasamiento al que está sometida la zona y que, todo indica, proseguirá, pues carreteras y ostentosos puentes han sido construidos con el evidente propósito de penetrar en esa floresta inigualable. Y si no, ¿para qué están ahí?

Hay unas imágenes y su correspondiente relato que llevan la obra a la apoteosis. Me refiero a lo del jaguar negro y la poética narración del encuentro con este felino que por primera vez fue fotografiado en libertad. Si las tomas de enormes tapires, manadas de saínos, elásticos monos, pájaros multicolores, miríadas de insectos, pumas, tigrillos... no valiesen para nada, lo del jaguar negro pagaría el volumen. Las panteras (tigre, león leopardos y jaguar) son depredadores brutalmente poderosos y bellos, “aciagas joyas” decía Borges. Por eso han sido incorporados a la heráldica y la mitología de todo el mundo. Leones en los escudos de España, Reino Unido, India... Jaguares en el de Guyana, tigre en el de Singapur, leopardos en los de Gabón y Benín, sin que tengamos espacio para citar los félidos que pueblan los blasones de miles de ciudades, regiones, familias, etcétera. Y se hacen divinos: Biako, el tigre blanco de occidente, de los japoneses; el jaguar Balam, de los mayas; y el león de San Marcos, de los cristianos.

El jaguar se considera una especie amenazada en el país. Siendo bestias esquivas es difícil de determinar su número, pero lo cierto es que se han extinguido en muchas partes. Los grandes predadores, a pesar de su poder, o quizá por eso mismo, tienen poblaciones frágiles; un solo individuo necesita centenares de hectáreas para sobrevivir. Por eso su presencia indica que la ecología de la zona está en equilibrio saludable. Eso los convierte en símbolos ideales de una naturaleza íntegra y bien conservada. El emblema de Yasuní debe ser un gran jaguar negro. Y debe llamarse “jaguares” a los países líderes en conservación ambiental, cualquier otro uso de este mote sería mancillar a los espíritus... Por eso, para describir ese coctel que andan vendiendo, compuesto con las barbas del Che, dictadura coreana, teología de la liberación, contaminación china, socialdemocracia europea más otras hierbas, les sugiero más bien adoptar como símbolo el ornitorrinco, mezcla venenosa de pato, castor, nutria y algunos otros bichos más.