AGENCIAS
BUENOS AIRES.- El mundo vio el miércoles a un pontífice menos convencional: uno que hace bromas y que pide la bendición a los feligreses. Así se presentó el papa Francisco en el balcón de la Basílica de San Pedro. Pero lejos de allí, en el “fin del mundo”, como entonces diría por la distancia que lo separaba de Argentina, minutos antes solo era Jorge Mario Bergoglio, el cardenal y arzobispo de Buenos Aires que ha despertado criterios opuestos.

Unos destacan su humildad y su defensa de los pobres; otros, en cambio, cuestionan su actuación durante la dictadura.

En su primera escuela lo recuerdan como un niño travieso que correteaba incansable por el centenario Colegio de la Misericordia, en el barrio de Flores de Buenos Aires, donde comenzó a ir a la escuela y luego tomó su primera comunión.

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La hermana Martha Rabino, a cargo de la institución, cuenta que lloró emocionada cuando escuchó que el nuevo líder de la Iglesia católica era esa persona “que comparte con frecuencia el té con leche con las hermanas del colegio”. La mujer, de 71 años, lo describe como “un hombre de bajo perfil, sereno, de gran espiritualidad, muy firme, pero accesible y sencillo, que siempre llegaba en el colectivo 132 y se negaba a tomar taxi”, incluso si estaba enfermo.

Pero otros reaccionaron con indignación porque lo ubican entre los líderes de la Iglesia que apoyaron la dictadura. Él lo ha negado, pero para algunos es indiscutible que, al igual que la mayoría de otros argentinos, nunca confrontó abiertamente a la Junta Militar que manejó el país entre 1976 y 1983, mientras se secuestraba, torturaba y asesinaba a miles de personas.

Pero el biógrafo autorizado del nuevo papa, Sergio Rubin, dice que esa fue una falla de la Iglesia católica en general y que sería injusto identificar a Bergoglio con la culpa colectiva.

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“En una cierta manera, muchos argentinos terminaron siendo cómplices” en un tiempo en el que cualquiera que hablara abiertamente podía convertirse en un objetivo, opinó.

Algunos defensores de los derechos humanos concuerdan en que él no merece ser agrupado con las figuras eclesiásticas alineadas con la dictadura.

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“Tal vez no tuvo el coraje de otros curas, pero nunca colaboró con la dictadura”, expresó Adolfo Pérez Esquivel, Nobel de la Paz en 1980 que documentó las atrocidades de la Junta.

Pero otros activistas consideran que mientras en Argentina se realizan investigaciones para exponer a los responsables de asesinar a cerca de 30.000 personas y para encontrar rastros de las víctimas, él parece estar más preocupado en preservar la imagen de la Iglesia que de proporcionar datos para los juicios que se siguen por violaciones a los derechos humanos.

Estela de la Cuadra es parte de los grupos que lo cuestionan. Su madre cofundó, en la dictadura, el grupo Abuelas de la Plaza de Mayo –cercano al gobierno de Cristina Fernández–, para buscar a familiares desaparecidos. “Hay juicios de toda clase y Bergoglio se niega sistemáticamente a apoyarlos”, dijo.

Bergoglio invocó en dos ocasiones su derecho –bajo la ley argentina– a negarse a comparecer en una corte abierta en juicios que involucran tortura y homicidio dentro de la temida Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA) y el robo de bebés de detenidos. Cuando al final testificó, en el 2010, sus respuestas fueron evasivas, según la abogada por los derechos humanos Myriam Bregman.

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Pero Rubin asegura que, de hecho, Bergoglio tomó riesgos mayores para salvar a los llamados subversivos durante la dictadura, pero que antes de El jesuita, biografía publicada en el 2010, se había negado a hablar públicamente sobre este tema.

Allí, Bergoglio explicó que no quería rebajarse al nivel de sus críticos –entre los más duros, el periodista y escritor Horacio Verbitsky, cercano a la presidenta–, aunque contó algunas historias. Afirmó, por ejemplo, que en una ocasión pasó sus documentos de identidad a un hombre de aspecto parecido al de él para que pudiera escapar a Brasil por la frontera. Agregó, además, que protegió a personas dentro de las propiedades de la Iglesia antes de que estas pudieran ser llevadas al exilio.

La acusación más fuerte es que retiró su apoyo a dos sacerdotes jesuitas que, durante la dictadura, se negaron a dejar los barrios populares donde residían y que, por ello, luego fueron secuestrados y torturados.

Según Rubin, Bergoglio le dijo que, por el contrario, tras bambalinas y durante mucho tiempo hizo esfuerzos extraordinarios para salvarlos. Posteriormente fueron liberados.

Según Rubin, activistas afines a figuras del llamado kirchnerismo, con quienes Bergoglio ha tenido una tensa relación por sus críticas a temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, han intentado involucrarlo en estos casos.

Reacciones
Obispos indios celebran llegada del nuevo papa

La elección del nuevo pontífice fue recibida ayer por la Conferencia de Obispos Católicos de la India con mucho regocijo y promesa de lealtad. Un artista indio le dedicó una escultura de arena en la playa Bhubaneswar.

Islámicos esperan apoyo del nuevo pontífice
La Organización de la Cooperación Islámica (OCI) expresó ayer su deseo de que su santidad mejore los lazos entre el islam y el cristianismo, y celebró que Francisco tenga un pasado basado en la defensa de los pobres.

Líder de Iglesia ortodoxa pide trabajo conjunto
El jefe de la Iglesia ortodoxa de Rusia dijo ayer al nuevo papa que ambos deben actuar juntos para defender a los cristianos perseguidos en algunas partes del mundo y promover valores tradicionales contra el laicismo.