Tras la muerte del presidente Hugo Chávez, Diosdado Cabello, uno sus aliados más cercanos y fugaz mandatario interino tras el golpe de Estado del 2002, debería quedar a cargo del poder en Venezuela hasta que se convoquen a elecciones, tal como lo establece la Constitución.

La carta magna consigna que en caso de que el mandatario electo no pueda juramentarse, el presidente de la Asamblea Nacional debe asumir el gobierno y llamar a elecciones en 30 días. Esa debería ser la función de Cabello, aunque todo indica que el poder por ahora estará en manos del vicepresidente Nicolás Maduro.

Cabello es considerado uno de los líderes más poderosos del oficialista Partido Socialista Unido de Venezuela por los vínculos que mantiene con sectores económicos y la importante ascendencia que tiene en el mundo castrense, luego de haber sido oficial del Ejército.

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Lo que se viene sería una prueba inédita para el movimiento creado por Chávez en la polarizada atmósfera política.

También será un reto para Maduro, quien hizo un llamado a la unidad de las heterogéneas corrientes oficialistas, que incluyen desde militares hasta radicales de izquierda, todas alineadas detrás de la figura de Chávez.

Maduro no hizo mención al proceso de transición.

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La muerte de Chávez pone a la nación de 29 millones de habitantes nuevamente en la encrucijada –como en los comicios de octubre– entre continuar con su revolución socialista o moderar la marcha. Pero esta vez sin el hombre fuerte de los últimos años.

Antes de volar a Cuba para su última operación en diciembre, Chávez designó a Maduro como su heredero político y pidió a los venezolanos que voten por él para continuar su obra.

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Maduro tendrá la responsabilidad de liderar la transición de la fuerza chavista y asegurar su supervivencia. Y probablemente deba hacerlo ante Henrique Capriles, la figura que lucha desde la oposición.