Desde una pequeña habitación de la precooperativa Colinas de la Alborada sale una melodía que atrae la atención de las pocas personas que transitan por la calle José Cajamarca.

Los residentes no se sorprenden y explican que la melodía sale del cuarto de Pedro Cadena, más conocido en el barrio como Pedrito.

En su ventana cuelga un letrero en el que se lee: ‘Se dan clases de guitarra’. Don Pedro, de 90 años y oriundo de Balao, explica que a su edad es difícil encontrar empleo que lo sostenga económicamente.

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“Yo trabajé como contador en algunas haciendas, pero nunca saqué mi título ni trabajé en una empresa estable. Desde hace diez años doy clases de guitarra porque necesitaba dinero para mis gastos. Las empresas ya no quieren contratar a alguien de mi edad”, dice mientras abraza su guitarra.

Por cada clase Pedro cobra $ 2. Él se define como un profesor estricto aunque mantiene una sonrisa en su rostro cada vez que habla de música y más que nada de su vida. “Como en toda disciplina, depende del alumno para saber el tiempo de aprendizaje. Uno les enseña la manera de colocar los dedos para que salga una melodía”, explica.

Un diccionario despedazado, hojas de cuadernos y su fiel guitarra son sus acompañantes desde hace 30 años. Su acercamiento con este instrumento lo tuvo a los doce años cuando su padre se la compró. Desde ese momento la guitarra se convirtió en su compañera y en la única que no lo ha abandonado. “Yo solo he tenido dos compromisos en toda mi vida. Nunca me casé. De mi primera unión tuve dos hijos que ya murieron, en el segundo compromiso la señora era estéril y también falleció”, cuenta con tristeza.

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Con orgullo comenta que nació en Balao, cantón de la provincia del Guayas, y para el cual compuso su himno oficial en 1997. Además de escribir pasillos como Tiempos que fueron, también ha compuesto tangos. “Algunas veces he dado serenatas. Las mujeres aprecian estos detalles, aunque hay algunas que no lo hacen”, comenta Pedro, que durante su juventud fue comparado con Pedro Otiniano, reconocido cantautor peruano al que lo llamaron El ruiseñor del amor.

Hace tres meses llegó a este sector, antes daba sus clases en la ciudadela Francisco de Orellana. Quienes lo conocen saben que Pedro es un hombre apegado a la religión. Por la mañana va a la casa de su hermana y por la tarde al templo de los Testigos de Jehová; obviamente deja reservado un tiempo para dar sus clases a las personas que acudan a este sector.

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Pese a que la edad lo ha hecho perder parte de su audición, esto no lo desanima ni le impide dar sus clases, ya que para él la música es una parte importante en su vida. “La música es mi deleite. La melodía se transforma en emoción cuando se funde con el canto y nos transporta maravillosamente a los más altos ideales del placer como también a la melancolía, según nuestro estado de ánimo”, expresa.

A pesar de que su familia vive a una cuadra de su departamento, él prefiere estar solo. Durante el almuerzo come con ellos, pero para sus otras actividades ya no los busca pese a su avanzada edad.

En dos ocasiones le robaron sus guitarras. Esto no lo desanimó e indica que le dio más fuerzas para seguir con sus clases. “Esta guitarra la tengo desde hace dos años”.

Pedro explica que no se dedicó completamente a la música porque no considera tener la voz adecuada. En los tres meses que lleva en este sector le parece un barrio acogedor. Además que le brinda todas las facilidades para hacer sus actividades.

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“El barrio me gusta aunque un tiempo fue peligroso”, añade.

Dicen de él

“Es un señor que le gusta tocar la guitarra y predicar. Es un ejemplo para los jóvenes porque pese a su edad, Pedro da sus clases”.
VERÓNICA ROSALES, amiga