La agroquímica estadounidense, Monsanto, se juega mucho en un litigio contra un granjero del mismo país, en el que se aborda la propiedad intelectual de sus semillas transgénicas.

Vernon Hugh Bowman, un agricultor de 75 años y residente en el estado de Indiana (norte de Estados Unidos), fue demandado en 2007 por Monsanto por haber replantado, cultivado y comercializado granos de soja derivados de unas semillas compradas en origen al grupo agroquímico.

Estas semillas genéticamente modificadas de Monsanto hacen que la soja resista a los herbicidas y aumentan su rendimiento agrícola.

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Monsanto afirma que esos granos están protegidos por patentes y no deben ser replantados sin pagar por los derechos de propiedad intelectual en cada ciclo de plantación.

El agricultor perdió en primera y segunda instancia, sin embargo, presentó un recurso a la Corte Suprema de Estados Unidos que se apropió del caso en octubre de 2012.

En su defensa, Bowman afirma que siempre respetó su contrato con Monsanto, comprando nuevas semillas de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) cada año para su cultivo primario.

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No obstante, a partir de 1999, con el objetivo de ahorrar en gastos, reconoce haber comprado otras semillas a un productor local y haberlas plantado para una cosecha diferente.

Tras darse cuenta de que estas semillas habían desarrollado una resistencia a los herbicidas, Bowman repitió la operación desde 2000 a 2007 y "a diferencia de con su cultivo primario, conservó las semillas obtenidas durante su cultivo secundario para replantarlas".

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La protección de las patentes "desempeña un papel crucial permitiendo la innovación en el sector de la biotecnología donde los descubrimientos requieren de importantes inversiones en investigación y desarrollo", argumenta Monsanto en su defensa, según un comunicado en la página web del grupo.

En el mismo sentido, la defensa de Monsanto insiste en el hecho de que este litigio es determinante no sólo "para la agricultura, sino también para otros dominios que se apoyan en importantes inversiones en investigación y desarrollo como la medicina, la biotecnología, la informática y las ciencias del medio ambiente", añade el comunicado.

En 2011, la Corte Suprema le dio la razón a Monsanto en otro litigio y autorizó la venta de semillas de alfalfa genéticamente modificadas, contra los agricultores ecologistas que se quejaban de la contaminación de sus cultivos.

Las semillas de organismos genéticamente modificados (soja, maíz, algodón y legumbres) representaron el 72,5% de la cifra de negocios de Monsanto el año pasado, mientras que el resto correspondió a la venta de herbicidas y pesticidas.

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