Puntos de color rojo es lo que Arcesio Benavídez tiene en la mayor parte del cuerpo. El morador de Las Orquídeas culpa a los mosquitos de sus ronchas.

“No puedo dormir tranquilo, fumigo varias veces en la mañana, pero de noche los mosquitos se meten otra vez a la casa”, refirió el hombre, quien por cuarta ocasión rociaba insecticida dentro de su vivienda.

Con él coincide Martha Pincay, una de sus vecinas, quien afirmó estar cansada de las picaduras de estos insectos transmisores del dengue, paludismo y otras enfermedades.

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Pincay contó que la cercanía de ese sector con una zanja de aguas servidas aumenta la presencia de los mosquitos. “El canal de Las Orquídeas se llena de basura y de plantas, eso trae más mosquitos, nos vuelven locos”, agregó.

Hay quienes para evitar ser atacados por los vectores utilizan toldos. Una de ellas es Lusil Alvarado, quien para esta época prefiere prevenir.

Ella vive en Mucho Lote 1, del lado en donde la vía Perimetral se conecta con la av. Francisco de Orellana. En ese sitio también hay una zanja en la que se evidencia la acumulación de basura y maleza.

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Siguiendo por la misma avenida se llega hasta la sexta etapa de la Alborada. Allí, Raúl Quijije, quien vive desde hace doce años en el sector, se queja por la falta de fumigación.

El morador indicó que hace casi un mes un vehículo de Malaria roció en el ambiente un insecticida. “El carro pasó, pero solo eso, de ahí ninguna brigada hace campaña de prevención puerta a puerta”, dijo.

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En Samanes IV, Luis Farfán dice que cada año el canal de la av. Teodoro Alvarado causa molestias a los residentes de ese barrio y de Guayacanes. Explica que la zanja se llena de una espesa vegetación y que con las primeras lluvias los mosquitos “se alborotan más”.

Manifestó que la única forma en que los puede ahuyentar es cuando hace sahumerios con palo santo. Según Farfán, no se le hace difícil conseguir los pedazos de árbol de guayacán.

El mismo procedimiento para alejar a los vectores usa Norma Lozada. Desde hace quince años tiene por costumbre sahumar su casa. Para ello enciende un trozo de carbón y luego le agrega los trozos de madera

En la avenida Francisco de Orellana, frente a la decimotercera etapa de la Alborada y en las calles Noguchi y Brasil, son los sitios en donde se comercia el palo santo. Una funda cuesta entre $ 0,50 y $ 1.

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Según José Guamán, vendedor de este producto, a diario despacha entre 15 y 20 paquetes del producto.

En otros sectores como en el suburbio, en las calles 29 y la Q, los moradores aún esperan que las brigadas del Servicio Nacional de Control de Enfermedades Transmitidas por Vectores Artrópodos (conocido como SNEM) fumigue la zona.

Allí, los vecinos atribuyen la proliferación de mosquitos a la acumulación de las aguas lluvias. “Cada vez que llueve nos inundamos y quedan charcos y lodo, allí ponen sus huevos los mosquitos”, refirió Pablo Ortiz, morador.

En varios sectores visitados por un equipo de este Diario, los habitantes coincidieron en que el SNEM todavía no llega con sus brigadas.

En tanto que el ente informó que desde noviembre pasado se inició la entrega de un larvicida biológico llamado Bactivec. Este gotero será dado en forma periódica durante dos años, lapso en el que se enfocarán en evitar el crecimiento de las larvas del mosquito.

Esta sustancia, que es traída de Cuba, contiene un bacilo denominado Thuringiensis israelensis, que mata las larvas del mosquito de 24 y 48 horas después de estar en contacto con el líquido en el que crece.

No obstante, el ente aseguró que se mantendrá la fumigación en los sitios donde se detecte la presencia de estos insectos.

En tanto que solicitan la cooperación de los ciudadanos. Sugieren la eliminación de los posibles criaderos de los vectores y utilizar lo menos posible los insecticidas químicos.