En respuesta a una solicitud de detención internacional hecha por la Corte Nacional de Justicia en contra del expresidente Mahuad, la Interpol respondió la semana pasada diciendo que no podía hacerlo en vista del tinte político que tenía ese pedido. Como se recordará esa solicitud de detención internacional se hizo semanas atrás cuando la campaña electoral estaba por comenzar. No es la primera vez que la Interpol hace esto con respecto a solicitudes de jueces ecuatorianos. En el caso del exasambleísta Balda sucedió lo mismo. La Interpol se negó a detenerlo por encontrar que era un perseguido político al que se le había montado una farsa judicial.

Lo hecho por la Interpol es probablemente la más nítida demostración de la degradación a la que han llegado nuestras instituciones judiciales. El asunto se ha tornado más grave y, por así decirlo, más estructural con el desarrollo de todo un entramado institucional, normativo y, en parte, hasta cultural, que ha puesto la justicia al servicio del poder, y no del derecho.

A qué punto habrá llegado el Ecuador que ahora ni la Interpol toma en serio a nuestro máximo tribunal de justicia. Es comprensible. Una institución internacional de gran prestigio y profesionalismo como la Interpol no puede prestarse así nomás al juego de nuestros políticos por muy populares que sean. Políticos que han convertido a nuestros jueces en muñequitos de plastilina para consolidar una dictadura, perseguir adversarios, proteger a amigos y hacer shows electorales.

El gobierno reaccionó ante la posición de la Interpol con respecto al caso Mahuad tildando el hecho de una “vergüenza”. En el caso Balda guardó silencio probablemente por el escaso valor electoral de su persecución. Claro que es una vergüenza lo hecho por la Interpol. Pero los responsables son quienes han transformado al sistema judicial en los cubiertos de sus apetitos y odios, no de la Interpol.

¿No fue acaso una vergüenza sacar de la cárcel a un violador sexual diciendo que su delito era “político”? ¿No sintieron vergüenza cuando corrompieron a un juez pasándole un pendrive con la sentencia lista, para luego alabarlo como héroe y terminar premiándolo con un ascenso? ¿No es acaso vergonzoso que los vocales del Consejo de la Judicatura sean panas y aliados del Ejecutivo? ¿No es una vergüenza que altos magistrados de justicia lleguen a sus cargos haciendo trampa? ¿No es una vergüenza acaso el abuso a los jóvenes de Luluncoto? ¿No es una vergüenza insultar a abogados por el delito de defender a los que el régimen considera sus enemigos, o que se ataque a alguien un sábado y en 72 horas ya esté enjuiciado y preso? ¿No son una vergüenza esas jugosas sentencias por supuestos daños morales?

El estado de servidumbre de la justicia ecuatoriana al poder ya es ampliamente reconocida internacionalmente. (Algo que no se borra con edificios bonitos y computadoras nuevas). Así que no vengan a hacerse los ofendidos los nuevos amos de la justicia por lo que hizo la Interpol el otro día.