MADRID

Son de los capítulos más reveladores de nuestra historia contemporánea. Es difícil encontrar otro país en el mundo que haya producido más disposiciones jurídicas dirigidas única y exclusivamente para un político con nombre y apellido determinado, o al menos con un apellido. Y es que la historia de las dedicatorias a Bucaram se remontan casi cuatro décadas atrás. Comenzaron un buen día allá por 1971 cuando los ecuatorianos se levantaron con la noticia de que el entonces líder político Assad Bucaram no había nacido en el Ecuador y, por lo tanto, no podía inscribir su candidatura. Y no solo que supuestamente había nacido en el extranjero, sino que hasta su nombre y apellido eran otros. A la sazón la campaña presidencial que nos sacaría de la dictadura velasquista estaba por comenzar.

Aunque la denuncia no tuvo mucho eco, lo que sí sucedió fue que poco tiempo después las elecciones fueron canceladas por un golpe militar, y Assad Bucaram –probablemente el candidato con más probabilidades de ganar la Presidencia– fue forzado a salir en exilio en 1972. Una segunda dedicatoria se había tejido alrededor de Bucaram, aunque esta vez en los cuartales militares.

Pero el asunto no terminó allí. Seis años más tarde, cuando el país regresaba a la democracia, la dictadura saliente impuso una regla electoral que impidió a Assad Bucaram ser candidato presidencial. Como la teoría de que era extranjero no había cuajado, la ley que se les ocurrió fue exigir que para ser candidato presidencial se debía ser hijo de padres ecuatorianos, como “coincidentemente” era el caso de Assad Bucaram. Una clara aberración jurídica y política. La dedicatoria no podía ser más evidente. Con un organismo electoral y un sistema judicial bajo el control del gobierno, Bucaram no pudo ser candidato. Pero fue una dedicatoria que actuó como bumerán, pues su partido ganó las elecciones presidenciales con Jaime Roldós del mismo partido de Bucaram.

Años más tarde, las dedicatorias a otro Bucaram, esta vez Abdalá, volvieron a ocupar la imaginación de nuestros jurisconsultos criollos. Teniendo como telón de fondo su caída de la Presidencia en 1997 y las acusaciones de peculado en su contra, la Asamblea Constitucional de 1998 aprobó una nueva dedicatoria. Esta vez se añadió otro requisito para ser candidato a la Presidencia de la República: no haber sido enjuiciado penalmente por peculado. (Años antes, Abdalá Bucaram ya había dejado su marca en el derecho constitucional al haber sido el único presidente de la república destituido por un Congreso alegando razón de insanidad mental). Y la historia se repite ahora gracias a una confusa reglamentación pensada en su contra.

En fin, es la historia de reglamentos, leyes, sentencias, resoluciones parlamentarias y hasta disposiciones constitucionales escritas (por militares y civiles) que han sido pensados con dedicatoria a una persona determinada. Una práctica que ciertamente debería repugnar a la conciencia de una sociedad democrática donde la igualdad ante la ley es su piedra angular, pero que lamentablemente parece profundamente enraizada en nuestra cultura política.