El jueves 18 de octubre apareció por nuestras páginas un acuerdo funerario a la memoria de José María Jiménez Díaz-Granados, uno de los más grandes futbolistas de la historia ecuatoriana, de cuyo juego fui testigo privilegiado viéndolo en el antiguo estadio Guayaquil, de las calles Los Ríos, Cuenca, Tungurahua y Capitán Nájera, para luego lucir su clase en los inicios del estadio George Capwell que se inauguró en 1945.

Este es el verdadero Chivo, el original, el único, aunque después los periodistas generalizaron con ese apelativo a todos los Jiménez que salieron en el fútbol. Chanena, como también le decían en alusión a su hermana, la primera madrina de la Armada Nacional, fue también cadete del colegio militar Eloy Alfaro, en Quito, y antes de terminar su carrera estudiantil regresó al Guayas en unión de sus otros colegas y también futbolistas, Gastón Fernández Borrero y Agustín Febres-Cordero.

Cuando estaba yo saliendo de mi infancia vi jugar al Chivo en el Patria, inicialmente en una delantera con Gastón Fernández, Jiménez, Aragón Miranda, Vivar y Eduardo Bomba Atómica Guzmán. Luego pasó al Emelec donde fue ídolo y recuerdo una de las formaciones eléctricas con Gastón Fernández, Jiménez, Víctor Aguayo, Humberto Suárez, Luis A. Mendoza.

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Con Emelec viajó a Chile a la Copa de Campeones en 1948, que fue el antecedente de la actual Copa Libertadores (participaron Colo Colo, de Chile; River Plate, Argentina; Vasco de Gama, Brasil; Nacional, de Uruguay; Litoral de Bolivia; Municipal de Perú) donde el Chivo Jiménez llamó la atención de la prensa internacional.

Allí en Chile una de sus formaciones con Torerillo Arias en el arco; Chompi Henríquez y Leyton Zurita en la defensa; Ricardo Chinche Riveros, Moscovita Álvarez y J.L. Mendoza; Hugo Puñalada Villacreses, J.M. Jiménez, Marino Alcívar, Víctor Aguayo y G. Albornoz.

José María Jiménez fue seleccionado nacional y jugó en el Sudamericano de Guayaquil que se inauguró el 30 de noviembre de 1947 en el estadio Capwell con el duelo entre Ecuador y Bolivia; el Chivo metió los dos goles por el empate frente a los visitantes, con la delantera César Garnica, Jiménez, Federico Zenck, Víctor Aguayo y Gonzalo Pozo. En el segundo tiempo entró el joven Enrique Cantos por Aguayo.

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Fue el primer torneo de este tipo en que Ecuador ya no quedó último. También José María fue seleccionado al Sudamericano que se jugó en Brasil, en 1949. Se retiró en 1951 y luego fue DT de la Selección.

Después que he descrito superficialmente su actividad vital del fútbol puedo encaminarme a bocetear mi admiración deportiva y de amistad. Fue mi ídolo juvenil desde cuando lo vi en el Patria y lo seguía hasta culminar su carrera en Emelec, en 1951. De allí para adelante llegamos juntos a jugar por el Boca-9 en un interbarrial de la calle 9 de Octubre, y también compañeros en el fútbol barrial junto con Xavier Cocoliso Ycaza, Rodrigo Ycaza Candel; Enrique Kike Jiménez Orrantia, Vitucho Barriga Medina; Jaime Castell; Isidro Iturralde Puig, Cesáreo Carrera del Río, Enrique Márquez de la Plata Vernaza, el Ñato Zavala, Federico Intriago Gómez, Luis Papito Jiménez, su hermano que también jugó de marca punta derecho en la primera del Patria; también se nos fue hace poco tiempo su otro hermano menor, Alberto Flaco Jiménez Díaz-Granados que también la movía.

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Pero entre José María y yo había una complicidad deportiva, tanto así que cuando se jugaban los torneos de fulbito del Guayaquil Tenis Club, me buscaba para ser compañeros en algunos años, y en una ocasión también fuimos campeones de voleibol en el Salinas Yacht Club, junto a Juan Carlos Faidutti y el entonces capitán Vicente Mata Yerovi.

Aquellos tiempos de juventud ya no volverán, como las conversaciones y los recuerdos en Boca-9 de tantos amigos que nos deparó el deporte y los barrios porteños.

Es un recuerdo triste escribir estas líneas, pero tengo que hacerlo en homenaje al excelente deportista, de recio disparo y brillante cobertura de ataque, al amigo que nos deja y llegar con mis notas a su esposa, hijos y hermano que todavía subsisten y un abrazo a toda su familia.

Paz en su tumba a quien tanto admiré en las canchas y también al excelente amigo de barrio y de club.

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