Hace año y medio, Irma Naranjo decidió seguir una maestría en Gerencia Educativa y desistió de inscribirse en una de Ingeniería en Sistemas, su especialidad. Lo hizo porque estaba más al alcance de su bolsillo, ya que el valor total del curso que toma ¬y que cancela en cuotas¬ es de $ 2.800. A ella le parece imposible seguir la capacitación técnica, pues los costos llegan a los $ 10 mil.

Los conocimientos adquiridos en la maestría que sigue los jueves, viernes, sábados y domingos, una semana cada mes, los ha puesto en práctica en la docencia universitaria de Ingeniería en Sistemas, que desempeña por horas desde hace tres años, pero ahora ella teme que esta capacitación no sea válida para optar por un nombramiento.

Tener una maestría en el área afín en la que ejercerá la cátedra o en la que tenga mayor carga horaria es parte de los requisitos que deberán cumplir los docentes que deseen participar en el concurso de merecimientos y oposición para tener un nombramiento como académico titular auxiliar o titular agregado en las entidades de educación superior.

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Así lo señalan el primer y segundo borrador del debate del Reglamento de Carrera y Escalafón del Profesor e Investigador del Sistema de Educación Superior.

Estos documentos constan en la página web del Consejo de Educación Superior (CES) y están para su revisión hasta la segunda quincena de septiembre próximo, cuando se tiene previsto aprobar el reglamento.

Según José Apolo, vicerrector académico de la Universidad de Guayaquil, hace cuatro años se inició una maestría de Diseño Curricular por Competencias, que es subsidiada, por lo que el 60% de docentes contratados y con nombramientos (4.956 en total) accedió a este programa, aunque no está enfocado en las especializaciones que ellos dictan. El 40% restante realiza maestrías en otras universidades o en las mismas facultades.

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Pero Apolo, quien está revisando el borrador con otros académicos, considera que el problema radicará en los doctorados, pues los costos alcanzan los $ 40 mil, por lo que resultará difícil cumplir con los plazos estipulados (2017). Dice que se está analizando un programa de becas para apoyar a los maestros; este deberá ser conocido por el Consejo Universitario.

La Estatal cuenta solo con 7 catedráticos con PhD y 40 docentes que, por su cuenta, realizan un doctorado semipresencial, algunos en una universidad de La Habana, en Cuba.

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A partir del 12 de octubre del 2017, las universidades de docencia con investigación y las orientadas a la docencia (conforme al instructivo vigente del reglamento transitorio para la tipología de las universidades) deberán contar con al menos el 70% y el 40%, respectivamente, de maestros con título de doctor, PhD o su equivalente.

Un plazo de tres años tiene el personal actual ¬titular auxiliar, agregado y principal o la denominación equivalente¬ que no cumpla con los requisitos en las universidades (maestrías, experiencia, publicaciones de investigación, entre otros).

Enrique Santos, subsecretario de Educación Superior de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (Senescyt), menciona que los docentes podrán obtener la maestría hasta el 2015.

Recuerda que, hace doce años, se estipulaba en la anterior Ley de Educación que hasta el 2011 todos los docentes universitarios debían tener maestría. Pese a esta disposición, el 50% no posee este título. “Me temo mucho que va a llegar ese año y una buena parte de los docentes no va a tener título de maestría”.

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Santos comenta que, por correo electrónico, han recibido propuestas interesantes sobre el borrador del reglamento de escalafón, de jóvenes académicos interesados en conocer cómo acceden a maestrías y doctorados. “Están preguntando cómo armar redes para programas de doctorado en el Ecuador, cómo ampliar las ofertas de becas doctorales para los académicos. No estoy hablando solo de jóvenes, sino de personas que, a pesar de estar en los 40 o 50 años, están interesadas en buscar estudios especializados”, añade.

Pero hay docentes universitarios que consideran que no es tan asequible realizar un doctorado. Pedro Rizzo, un catedrático con 28 años de docencia en la Universidad de Guayaquil y con maestría en Gerencia Educativa, dice que el sueldo de un maestro de esta entidad (que bordea los $ 1.500 si tiene antigüedad) no le permite optar por un doctorado semipresencial, que costaría unos $ 25 mil. “A esto sumemos el valor de libros, los tres viajes que se deben hacer al exterior para presentar la tesis, exponerla y validarla. Si no tiene computadora, deberá adquirirla. No se puede”.

Agrega que la Universidad de Guayaquil no tiene biblioteca actualizada para toda la docencia y hay un alto porcentaje de aulas que no cuenta con tecnología. “No nos hemos preocupado por la preparación docente en el campo tecnológico”.

René Ramírez, secretario de la Senescyt, manifiesta que sí hay becas para PhD en las mejores universidades del mundo, pero los docentes deben postular.

Según Ramírez, la meta para fines de este año es llegar a las 5.200 becas para PhD; se crearán, además, cuatro universidades que tengan oferta de nivel de doctorado. También auspiciarán a las universidades que tengan el nivel y quieran otorgar doctorados. “No es suficiente sentarse y ver los años pasar para subir de escalafón o salario”, afirma al referirse a los borradores en los que se detalla una tabla salarial conforme a categorías, niveles, grados y requisitos.

La Universidad Católica de Guayaquil tiene 900 docentes. Ocho poseen un doctorado y 43 iniciaron esta misma capacitación con las universidades españolas de Almería y Nebrija.

La directora de Posgrado, Olilia Carlier, explica que se cubre el 75% del valor de la maestría al docente y el 50% en los programas especiales de doctorados. En esta área ofrecen seis especializaciones y doce maestrías.

María del Carmen Lapo, directora de las maestrías de Administración de Empresas y de Gerencia en Servicios de Salud, dice que iniciar la elaboración de la tesis en cada módulo les ha dado buenos resultados.

Cecilia Loor, vicerrectora académica de la Universidad Católica, considera que está bien que el docente sea autodidacta, pero es necesario un doctorado o una maestría y seguir con una capacitación permanente.