Nuestro invitado |

Al ver a los presidentes de nuestra región lanzarse sobre el Paraguay, y, algunos, como fieras, reclamando por la destitución del presidente Lugo, empieza uno por preguntarse ¿cuán sinceros son estos reclamos por la democracia? Y continúa uno con un examen sobre las realidades ecuatorianas y la actitud adoptada por el Gobierno.

El reclamo principal sobre la destitución del presidente Lugo es de orden formal: el tiempo de cuarenta y ocho horas empleado en el proceso de acusación, defensa y resolución. En los dos últimos procesos de destitución en el Ecuador, en el primero, el Congreso, en una sola noche, destituyó al presidente Bucaram y designó un presidente interino, desconociendo la sucesión constitucional. En el segundo, presionado por los forajidos que reclamaban por la destitución de la Corte Suprema, el Congreso cesó en su cargo al presidente Gutiérrez en 22 minutos y posesionó como presidente al vicepresidente Palacio. Entre los nuevos ministros estuvimos: el de Gobierno, quien estas líneas escribe; y el de Economía, Rafael Correa. La única diferencia entre lo ocurrido entre Paraguay, ahora, y Ecuador, en el 2005, es que nosotros fuimos cien veces más rápidos. Por eso decía yo, hace pocos días, en Teleamazonas, que yo me ruborizaría de sostener la posición a ultranza del presidente ecuatoriano. ¡La paja en el ojo ajeno…!

Pero hay algo más en esta seudodefensa de la Carta Democrática regional: defiende a los presidentes, pero calla cuando se destituyen congresos o diputados, cortes de justicia; enmudece cuando se ataca a la prensa, se incautan canales de televisión, radios; mira para otro lado cuando se persigue a opositores, cuando se acusa de terroristas a los movimientos sociales, de que se pretende anular la Comisión Interamericana protectora de los derechos humanos, cuando se nombran jueces en concursos amañados. Cosas así pasan en la ALBA: en Venezuela, en Ecuador, en Nicaragua, donde su presidente violó la prohibición constitucional y se hizo reelegir. El trastorno en Honduras tuvo lugar porque su presidente, con el apoyo financiero del jefe de la ALBA, quiso efectuar una consulta popular que autorice su reelección. El coronel, luego de doce años en la presidencia, quiere una nueva reelección; para ello, controla el Poder electoral; y a la prensa libre la persigue, la multa, la incauta. El método de Chávez, aprendido, entre otros, del presidente de Bielorrusia –de nuestra nueva órbita geopolítica–, a quien lo envió a asesorarnos, en jet particular, ha sido copiado en Bolivia y Ecuador. La vanidad lo ha llevado a Chávez a proclamar que “quien no es chavista no es venezolano”. ¡Malos ejemplos!

El heroico Paraguay, en guerra de cinco años, enfrentó hace siglo y medio a Brasil, Uruguay y Argentina. Ellos, hoy, lo suspenden del Mercosur y premian a Chávez, su perseguidor, aceptando a Venezuela en el Mercosur, en pago ilegal y despreciable por su rol en esta comedia ruin. Sobre Venezuela y Ecuador existe la gravísima acusación paraguaya de que sus diplomáticos incitaron a los militares a rebelarse a favor de Lugo; intromisión que pudo ocasionar una guerra civil. ¡No tenemos una Carta Democrática; tenemos un sindicato de presidentes!