JORGE MARTILLO MONSERRATE
.- "Me contaba un campesino, amigo mío, que en su recinto se había desarrollado de una manera escandalosa el robo de ganado, y para ponderar la osadía de los cuatreros, decíame:

-Piense en una vaca.

-¿Cómo?

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-Fije su pensamiento en una vaca del sitio Carrizal.

-Bueno, ya no está. Ya no está porque se la robaron cuatreros.

-Hombre, ¿del pensamiento se la han podido robar?

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-Sí, señor, del pensamiento.

¡Así andan los tiempos!

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Esta rústica hipérbole viene a mi memoria al tratar de la palanca.

-Piense usted, caro lector, en un destino vacante. ¿Pensó? Pues bien, ya lo palanquearon! -¿Del pensamiento?

-Así andan los tiempos".

Lo anterior se lee en Los que suben con palanca, una de las jocosas y críticas estampas de Cosas de mi tierra, de José Antonio Campos.

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Él era Jack the Ripper. Campos, escritor y periodista, se hizo popular utilizando ese seudónimo cuando en diversos diarios, semanarios y revistas empezó a publicar sus crónicas costumbristas. José Antonio Campos Maingón, nació en Guayaquil el 10 de marzo de 1868.

Estudió en el San Vicente del Guayas, donde con un puñado de compañeros escribió sus primeras letras. Campos a los 17 años vivió una historia de amor que se convirtió en una travesía. Fue cuando se enamoró de Mercedes Morlás de tan solo 13 años. Su madre por la juventud de la pareja se opuso a la boda. Campos se embarcó de grumete en un barco que llegó hasta Japón -ese sería su único viaje al exterior-. Al regresar tuvo 18 años y nadie puede oponerse a su matrimonio, en el que tendría como fruto doce hijos: cinco varones y siete mujeres.

"Físicamente, José Antonio Campos era un hombre de estatura mediana, de aspecto casi teutónico, con ojos azules y cabellos rubios, un poco grueso tal vez", así lo describe su pariente Patricia Huerta Campos en la monografía Cultivadores del pasado y costumbres costeñas: José Antonio Campos.

También refiere que era amante de la carpintería y la música. Dormía en hamaca -jamás en cama-, ahí por la noche escribía a punta de lápiz, tinto y tabaco. Disfrutaba de la vida familiar. Gustaba viajar por el Litoral y balnearios como Posorja, Data y El Morro, donde conversaba con la gente del pueblo.

Así nacieron sus historias auténticas y divertidas con personajes montubios y cholos. Su vida periodística comenzó en 1887, cuando fundó el semanario humorístico de tinte político El Marranillo, luego colaboraría y trabajaría en diversos medios impresos como: Diario de Avisos, Grito del Pueblo, El Cóndor, El Tiempo, El Independiente, El Guante, América Libre, El Telégrafo, El Globo Literario, El Grito del Pueblo Ecuatoriano, Gaceta Municipal, etcétera.

En Diario EL UNIVERSO se desempeñó durante ocho años y medio como jefe de Redacción y editorialista, culminando ahí su larga y valiosa carrera periodística. La novela Dos amores fue el primer libro que publicó, luego vendrían: Crímenes de Galápagos; Crónica del Gran Incendio. En 1906 y 1907 publica el primer y segundo tomo de Rayos Catódicos y Fuegos Fatuos, ambos libros recogían sus mejores crónicas publicadas en diversos diarios y revistas.

En el prólogo, Campos cuenta que en la redacción de El Grito del Pueblo fue donde empezó a escribir sus crónicas picantes, un género casi no cultivado para entonces en Ecuador, pero como agradó al público, creó la columna 'Rayos Catódicos' y también nace su seudónimo: "Quiso la desgracia humana que por aquel estuvieron haciendo fechorías en Londres el famoso destripador anónimo a quien fue preciso dar el mote de Jack the Ripper de allí me vino la idea de darle el sentido figurado al pie de mis artículos.

Antes había suscrito mis crónicas con las iniciales de mi nombre en esta forma: Jack. No mucho me faltaba que agregar y acabé por suscribirme Jack the Ripper. Sus otros libros de crónicas son: Cintas alegres; y Cosas de mi tierra.

Francisco Huerta Rendón en el ensayo Don José Antonio Campos, abuelo espiritual de la novela vernácula ecuatoriana, 1958, señala que uno de los grandes logros de Campos es que sus crónicas inauguran una nueva cantera de humorismo y sana ironía.

Y, a manera de muestra, enumera los remedios que emplean los personajes campesinos de Campos, por ejemplo: manteca de gavilán para las almorranas; sebo y pucho de cigarro para la gusanera; cucaracha quemada a pasto para la "purmonía"; uña de la gran bestia para el mal de amores; canchalagua para las calenturas; culantro, culantrillo y pedorrera para los políticos, etc.

"Por eso tuvieron razón, muchísima razón, los escritores del Grupo de Guayaquil, al llamarlo su abuelo espiritual, al comprender que Jack the Ripper, sin alardes, sin estridencias, burla burlando, había descubierto el alma de su pueblo tropical; había calado muy hondo en la psicología de estos seres tan nuestros", asevera Huerta Rendón.

La semana pasada conversando con su nieto, Federico Campos Cedeño, él comenta que no lo conoció porque él tenía un año cuando su abuelo murió, pero sus padres con anécdotas y recuerdos familiares le mantuvieron latente el interés y la presencia de su abuelo.

Cuenta que de papá Campos -como le decían sus nietos-, él admira su modestia y sencillez, también que cuando critica a los personajes poderosos "José Antonio Campos no se indigna ni grita ni protesta, pero en broma y broma, entre chiste y chiste, el teniente político, el gamonal, el cura, etc, van quedando marcados, tatuados en su característica fisonomía moral".

José Antonio Campos se desempeñó como jefe de Redacción de Diario EL UNIVERSO entre octubre de 1930 hasta julio de 1938, que fue cuando se jubiló. Ismael Pérez Pazmiño, fundador del Diario, en Poliedro Literario recuerda al célebre cronista: "La charla de don José Antonio era un encanto por su amenidad, sencillez, variedad y gracia. Todos los asuntos que tocaba resultaban pintorescos, sabrosos e interesantes".

José Antonio Campos, ya jubilado se instaló con su familia en Posorja, donde esperaba escribir algunos libros postergados, así lo hace hasta que enferma y muere el 23 de junio de 1939. Él era Jack the Ripper.