Santiago Páez acaba de presentar su nueva novela: Puñal, un trabajo en el que se exponen historias de la vida real, llevadas a la ficción con crudeza y lenguaje directo. La obra, denominada por el propio autor como una novela corta, está llena de fantasía. Puñal, esa herramienta milenaria, elaborada para ayudar al hombre a sus más duras tareas de diversa índole, es el eje central de todas las narraciones dentro de este texto, puesto en circulación por Paradiso Editores.

¿Qué es para usted la ficción?
Yo siento que es la única parte del mundo en la que soy totalmente feliz: escribiendo ficción. Empecé a escribir tarde. La primera novela que escribí fue cuando tenía 19 años, pero no me gustó. Me sentí insatisfecho y dejé unos once o doce años. Luego me dediqué a la Antropología. Fui a estudiar en Madrid. Me dediqué a la academia. En eso, nació mi hijo y quien le atendía con su alimentación en las noches era yo porque mi mujer no tenía leche materna. Y todas las noches le daba la mamila. Esto lo hacía cada tres horas. Yo no podía dormir y comencé a ocupar ese tiempo escribiendo. Y empecé a escribir historias de ciencia ficción, eso me hacía tan feliz, me divertía tanto. Fue cuando tomé la decisión de escribir ficción y dedicarme a la academia.

¿Y qué pasó con los borradores de sus primeros trabajos?
Nunca los guardé. Por esos años estudiaba Derecho, pero como estaba insatisfecho de mis estudios, me fui a vivir un año en San Lorenzo (Esmeraldas). Viví en la selva. Allí me interesé por la escritura y escribía en cuadernos. Cuando le transcribí esos escritos, miré que era una novela de 400 páginas que no me gustó. No he botado esos trabajos y deben estar en alguna carpeta.

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¿Y por qué no los hizo leer por alguien más, de pronto les gustaba...?
Esos escritos los corregía en las clases de Derecho y les pasaba las hojas a los compañeros de las últimas filas y les gustaba, les divertía, pero yo me sentía insatisfecho con lo que había escrito.

¿Su propia vida ha sido una ficción?
Ni tanto. He tenido una vida aburrida. Hay escritores que sí han tenido una vida de ficción.

¿Qué opinión tiene de quienes escriben ficción en el Ecuador?
Hay muchos escritores y buenos. Javier Vásconez es un escritor de primera línea; Jorge Dávila Vásquez es brillante; Francisco Proaño Arandi, Gabriela Alemán, Leonardo Valencia y hay un joven escritor que se resiste a producir y es muy bueno, Carlos Aulestia. Yo veo que sí hay producción ecuatoriana. Y esto se debe a que hay más lectores y mejores posibilidades para la ficción.

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¿Qué tanto se aporta a la literatura a través de la ficción?
La ficción es el campo básico de la literatura, porque en ella se construyen universos alternativos y cuestionadores del universo real. La narrativa de la ficción es como la locomotora en lo literario; la poesía es una especie de pájaro que le sigue a la locomotora y que va más allá. Dentro de la narrativa de ficción está la novela. Se dice que la novela no es un género literario sino un arte por sí misma y es tal vez la manifestación humana más compleja y más importante de Occidente.

¿En su última novela, Puñal; todo es ficción?
Todos los protagonistas son reales; a ellos yo les he conocido en diferentes etapas de mi vida; son unos personajes que no han llegado al extremo de lo que ocurre en la novela, pero que han estado próximos. Los seres humanos vivimos al borde de un abismo de la crueldad, del horror; uno nunca sabe si va a acabar matando a alguien. Hay muchos asesinos que nunca se plantearon matar a nadie, pero que en un momento de ira, de ofuscación, de miedo, de resentimiento, lo han hecho.

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¿Hay ejemplos en su novela?
El más claro es el que cuento en una de las historias de la novela: hay una madre que le pide a su nieto que le ayude a morir. Ellos son mi madre y mi hijo. ¿La relación que tenían los dos?: mi madre estaba muy mayor cuando mi hijo nació y luego fueron una especie de cómplices muy raros; hablaban una especie de idioma propio; los dos estaban en otro mundo y se comprendían ahí.

¿Y qué significado tiene para usted el puñal?
El puñal es una de las herramientas más brillantemente elaboradas por el ser humano. Los primeros puñales fueron hechos de piedra hace miles de años. Ahora no se hace de piedra sino de acero. Pero la estructura no va a cambiar nunca. El puñal ha sido una síntesis de la capacidad creativa del humano para enfrentarse al mundo. Y según la noción de Borges (Jorge Luis), el puñal tiene dentro de sí la potencia de la muerte; fue hecho para matar. Estoy esperando que nuestra mano decida hacer el gesto. Y lo podemos tener guardado en un cajón, colgado en una pared. Y siempre estaría esperando como un tigre fiel y terrible el momento en el que necesitemos de él para herir o matar a alguien. El puñal está ahí. Puede que nunca lo necesitemos, pero qué tal si en algún momento esa potencia dormida del puñal despierta en nuestras manos y nos permite cumplir con ese gesto terrible del que los humanos hemos abusado tanto.

¿Es por eso que en este su libro, el puñal es fundamental?
Claro, por eso es el núcleo de las historias.

¿Qué es para usted la muerte?
Primero es la sinrazón total. Es lo que le permite a uno comprender que no hay sentido en el mundo porque la muerte acaba con todo sin ninguna lógica, sin ninguna sindéresis, solo muertes. Y al morir todo lo que hayas hecho y conseguido, todo queda en nada...

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¿En el caso del escritor mexicano Carlos Fuentes, él no estaba para morirse?, ¿no hay lógica allí?
Y es que nadie está para morirse y sin embargo, morimos. Y claro, la muerte de Fuentes, un hombre que ha hecho tanto en la vida, sorprende y dices: claro, alguna lógica tiene, ya hizo mucho. Y aun así no tiene lógica. Y qué se puede decir de la muerte de los niños...

¿Cómo sintió la muerte de Fuentes?
No era mi escritor predilecto. Tiene obras maestras, bellas, pero la muerte de Fuentes es de ese tipo de las que uno puede sentir más consuelo y dices: ya murió, pero mira todo lo que escribió, todo lo que puedo leer, todo lo que puedo hacer para acercarme a él de nuevo...

¿Usted ha sentido estar cerca de la muerte?
A partir de determinada edad siempre se siente porque tu cuerpo empieza a enviar señales de que comienza a dejar de funcionar y te va diciendo: mira son las últimas horas.

¿Ya le ha pasado eso?
Claro, me operaron hace un año y siento que ya no soy capaz de hacer cosas que hacía antes y siento que el cuerpo me empieza a traicionar; el cuerpo siempre le traiciona a uno. Yo respeto mucho a los orientales, a esos que dicen que la enfermedad es el camino, pero para mí el cuerpo es un enemigo, el cuerpo me va a vencer.

¿Y tiene miedo morir?
No. Pero llegará un rato en el que se plantee directo el tema y no sé. De momento no lo siento así, pero llegará un rato en mi vida en el que desearé ya irme...

El autor
Santiago Páez nació en Quito en 1958; se dedica a la literatura desde hace 20 años; es además, catedrático de Letras y Comunicación. Es de los pocos autores ecuatorianos que han cultivado la novela policial y la narrativa de ciencia ficción.

Ha publicado el libro de cuentos Profundo en la galaxia (1994, 2003); las novelas, La reina mora (1997, 1998); Los archivos de Hilarión (1998); Shamanes y reyes (1999); Condena madre (2000); Crónicas del Breve Reino (2006) y el libro de ensayos Itinerarios (2008).