Si el líder hiciera un cálculo racional sería el primero en buscar que se aclare –pero que se aclare de verdad– el asunto de Chucky Seven. La grabación presentada por la exjueza Mónica Encalada es solo uno más de los golpes que pueden terminar por acorralarle y conducirle a un callejón sin salida. En el exterior ya está suficientemente desgastada su imagen por la manera en que ganó el juicio a EL UNIVERSO. Al escaso recato, por decir lo menos, de pedir ochenta millones de dólares se sumó la agilidad del tradicionalmente lento y perezoso sistema judicial para elaborar en tiempo récord una sentencia favorable. Los cuarenta millones asignados en ella no llamaron tanto la atención como las sospechas bastante fundadas de que en la redacción de aquella pieza jurídica había intervenido una mano maligna. No se veía como una casualidad que todo ello ocurriera después de la más famosa y anunciada metida de mano en la justicia.

La reacción del juez Paredes y de los abogados defensores ante la grabación difundida en días pasados no puede ser más desfavorable a los propios intereses del líder. Ninguno de ellos ha negado el contenido ni ha insinuado que las voces no pertenecen a quienes aparecen allí. Nadie ha sostenido que las palabras que se escuchan no fueron dichas y que las imágenes que se ven son apenas de personas con cierto parecido físico a ellos. Solamente han argumentado que no puede constituir prueba y, en una brillante muestra de habilidad, que se trata de una grabación forjada. Independientemente de que así fuera o, para decirlo en los propios términos de los abogados, en el supuesto no consentido de que no sirviera como instrumento dentro de un juicio o que en efecto no fuera sino un truco tecnológicamente armado, lo mejor para ellos y para el actor principal del asunto sería que eso se ventilara precisamente en los órganos de justicia.

No está de más preguntarse por lo que podría suceder si se dejaran las cosas como están hasta ahora. Lo más probable es que la sombra de la duda llegue a hacerse más larga y más densa, hasta dejar la imagen presidencial en la oscuridad donde todo se vuelve sospechoso. Se mantendrían e incluso se profundizarían las dudas sobre los autores de la sentencia, que es el punto de debate, y sobre la manipulación de la justicia, que es el tema de fondo. Todo quedaría peor que ahora si la grabación se desechara con cualquiera de los argumentos mencionados.

Desde los pativideos hasta la narcovalija, desde los comecheques hasta los contratos del hermano mayor, este gobierno viene acumulando muchos casos no resueltos. Si hasta ahora no han causado los efectos desastrosos que habrían tenido en otras ocasiones, es porque los precios del petróleo siguen por los cielos y el liderazgo personalista tampoco pierde su aura celestial. Ambos factores pueden chamuscarse al entrar en la atmósfera y perder su efecto hipnótico. A ningún mortal, por caudillo que sea, le conviene sentarse a esperar ese momento.