La Liga Miraflores luce despejada. Dos personas cortan el césped de una de las tres canchas y un grupo de siete chicos ha dejado de entrenar. Al salir del campo se encuentran con Vicente Maldonado, que está sentado en una banca situada afuera de la casita de la directiva. Se acercan, se sacan la gorra y lo saludan de una manera más que cortés.











