La Liga Miraflores luce despejada. Dos personas cortan el césped de una de las tres canchas y un grupo de siete chicos ha dejado de entrenar. Al salir del campo se encuentran con Vicente Maldonado, que está sentado en una banca situada afuera de la casita de la directiva. Se acercan, se sacan la gorra y lo saludan de una manera más que cortés.

Vicente Maldonado es el creador de la Liga, y hasta poco más de un año, su presidente. Aunque ya no está a cargo, acude a diario desde su domicilio ubicado a unas cuadras a visitar a los chicos, a hacer ejercicios. Este lugar que creó en su barrio hace casi 38 años es su casa.

La historia
Miraflores es un barrio pequeño, pero tiene el mayor complejo deportivo de la ciudad. En uno de los extremos está la Liga Miraflores de béisbol, que ha ayudado a más de 1.000 chicos por año a crecer como personas dándole lecciones de vida a través de este deporte.

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Vicente Maldonado fue jugador profesional de béisbol por más de 15 años. Su primer equipo fue el Reed Club, que entrenaba donde ahora está el hospital Roberto Gilbert en La Atarazana. Comenzó su carrera como dirigente cuando aún jugaba. Luego pasó a la Federación Deportiva del Guayas e hizo construir unas canchas en el sur de la ciudad, lugar actual del Parque Forestal. Empezó a incentivar el béisbol infantil y organizó torneos de 1964 a 1970 porque “siempre supo que lo importante era crear semilleros”; pero el Municipio construyó allí unos monumentos y tuvo que entregar el terreno.

En esa época se estaba construyendo el barrio Kennedy, y él conocía a uno de los dueños de los terrenos, Jorge Perrone, a quien convenció de donar un espacio de los terrenos de áreas verdes para construir un diamante de béisbol. Este accedió y las canchas se hicieron realidad, pero el Municipio, que se hace cargo de estos espacios, le dio las escrituras a otra entidad, la Federación Ecuatoriana de Béisbol.

Así fue como Vicente llegó a Miraflores. Un vecino le dio la idea de que crearan un centro deportivo. Hicieron un comité y se reunieron con el alcalde de la época, que entusiasmado envió a hacer los planos del Parque de Recreación Popular. Sin embargo, los cambios políticos dejaron el proyecto en nada.

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Fue el Rotary Club el que construyó el muro y aplanó los terrenos para las canchas. Al fin, en noviembre de 1974, se inauguró el torneo infantil de la Liga Miraflores de Béisbol, con 19 equipos.

Recuerdos
Cardenales, Oriente, Chavos, Majis, Ceibos, Piratas, Fatty, Emelec, Inokuma y Tigres son algunos de los equipos que forman parte de la historia de la Liga. La mayoría entrenaba allí, otros en la Kennedy, pero cada jugador de béisbol de Guayaquil tiene historia en las tres canchas de Miraflores.

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Fabricio Amador, exjugador de Piratas, es ahora el presidente de la Liga, y junto a un grupo de compañeros como Diego Arcos, periodista e impulsor del béisbol local, realizan gestiones para darle nuevos aires al centro deportivo.

Otro de estos chicos que evoca con cariño las canchas de Miraflores es Fernando Ycaza, que llegó a la Liga Miraflores a los 7 años. Recuerda muchos campeonatos en la categoría cachorros, potrillos y pony, y los juegos de estrellas. También los clásicos de Cardenales contra Chavos, “duelos a muerte con gradas llenas”. Cardenales siempre entrenaba en Miraflores, yo caminaba de casa a la cancha porque toda mi vida viví allí”, explica Fernando, que menciona a amigos de esos años, como Fabián Centeno y Gustavo Navarro.

Fernando admira la labor hecha por Vicente Maldonado y todo su equipo, “Pancho Santelli, Modesto Chávez, Diego Pimentel, el abogado Chacón y Patricia de Álvarez”, y cree que los nuevos dirigentes están haciendo resurgir el deporte.

Roberto Ruiz llegó a Oriente a los 10 años, lo vio el entrenador dominicano Panchito Díaz y lo llevó becado a Chavos, donde fue campeón cuatro años. Luego pasó a Filanbanco y terminó su carrera en Cardenales donde también quedó campeón.

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Miraflores fue el lugar donde jugó más partidos. Fue catcher, jardinero, primera base y tercera. Sus recuerdos especiales son los campeonatos potrillos y pony y un jonrón que hizo en Cardenales contra Yankees en la categoría juvenil mayor, cuando la botó del Yeyo Úraga.

Ahora sus hijos Paquito, Andrés y Roberto juegan en el equipo de la Liga Miraflores. “En casa no tengo sala, peor adornos; mi sala es una cancha. Viven en la cancha, ven las Grandes Ligas por TV; sueñan y aman el béisbol”, comenta Roberto, conocido como come hierro, porque una vez tenía un bate de aluminio un poco roto, que al batear se rompió por completo y comenzaron a decirle que se lo había comido.

Los de Fatty
Otro de los convencidos de que el béisbol ayuda a formar personas con valores es Eduardo Maruri, nieto de quien creara el equipo Fatty en 1968, David Fatty Miranda.

Eduardo dice que la Liga Miraflores era y es un lugar de encuentro familiar y que Vicente Maldonado siempre les enseñó a comportarse, “a cantar el Himno Nacional, andar bien uniformados y saludar a los contrincantes, incluso daba un premio al jugador más correcto”.

Él jugó su primer torneo allí en 1976 y fue bicampeón ese y el año siguiente con su equipo, formado por muchos familiares. “Cuando entré al Liceo Naval tuve que jugar toda la secundaria por ellos; luego me fui a estudiar a Estados Unidos, donde intenté pero no me daba el tiempo; y al volver, en 1990, jugué por Ceibos, Oriente y Chavos, y asimismo jugaba sóftbol hasta que en 1996 volvimos a sacar un equipo de Fatty de primera categoría, con el que fuimos campeones cuatro años (hasta 1999)”, refiere este empresario, que está seguro de que en Guayaquil a la gente le gusta el béisbol.

Entre las otras enseñanzas de la práctica fue el pensar en equipo y la caballerosidad al reconocer el trabajo de los contrincantes.

Para Eduardo, el mejor jugador y compañero que tuvo fue Jorge Miranda. “Quizás hay otros con mayor capacidad; pero él era completo, positivo, te hacía sentir a gusto en la cancha”, expresa.

Antonio Ubilla, exjugador, estadista de resultados y anotador de béisbol, opina que Jorge “tenía una manera de ser que hacía comprometer a todos sus compañeros; y además fue un gran dirigente”.

Ubilla jugó por primera vez en esas canchas del sur que construyó Vicente Maldonado, por Fatty. Luego fue al conjunto de la U. Católica, dejó el béisbol en 1977 y jugó sóftbol entre 1990 y el 2004. Entre sus recuerdos está el campeonato que ganó de niño en 1969, cuando Fatty, el dueño del equipo, fue a verlos sin que ellos se enteren; además, los campeonatos que ha ganado el equipo en béisbol y sóftbol, plasmados en un libro que se lanzó en el 2000 y que él ayudó a crear.

Un visitante
Juan Antonio Mendoza comenzó a jugar a los cinco años por Oriente y aunque no entrenaba en Miraflores participaba en los torneos de la Liga. Gracias al béisbol fue becado en una universidad en EE.UU., jugó en la liga independiente profesional y también en Italia. “Con la liga Miraflores y los grupos de Ecuador salimos a México, Perú y otros países, conozco lugares que no imaginé conocer, y me gusta la camaradería y los amigos que me dio el deporte”.

Juan Antonio dice que aunque le resulta complicado suele ir a Miraflores a colaborar en las prácticas de Math Smith, el entrenador, porque se conocen y le pidió que lo ayude, no tanto sacar jugadores profesionales sino gente que valore el deporte como un aporte al carácter.

Entre sus recuerdos están los partidos en el Yeyo, cuando su papá le hacía bromas a Yeyo Úraga. “Se llevaban bien, su pasión por el deporte era inmensa”, dice el deportista, que admira la labor de su padre como dirigente y cuando lo hacía entrenar. “Yo salía del colegio Americano y me hacía correr hasta casa, en P. Icaza y Boyacá, 55 minutos, pero yo era pitcher y tenía que tener estado físico”, rememora.

Por una casualidad
Cuando Ana María Suárez tenía cinco años estaba en la cancha mientras su hermano jugaba y a Chavos le hacía falta un jugador. “Le dijeron a mis padres si me podían prestar para no perder por no presentación”, cuenta. Al segundo estaba jugando. Ese fue su primer equipo. Luego jugó en Majis, Cardenales y Emelec; obtuvo un campeonato en cada uno y terminó su época de beisbolista en Oriente.

El campeonato que más recuerdo fue el último en Oriente, contra Rojos. Fueron dos partidos durante casi 7 horas. El primero lo ganamos 13 a 10. El segundo lo perdimos 18 a 17. “De esos juegos eternos y emocionantes. Dejamos todo en la cancha y lo más doloroso fue ver al día siguiente la nota en EL UNIVERSO (...) ¡y mi foto llorando!”, dice.

Para Ana María fue siempre extraño jugar entre hombres (eran tres chicas). Cuenta que “había un entrenador que cada vez que iba a retar al equipo me mandaba a correr para que yo no oiga la retada. Un día le dije que prefería ser insultada como el resto, porque odiaba correr”.

Para ella, el béisbol es un deporte único, y cuando tenga hijos los hará practicar, y si son niñas, igual. “Lo que yo aprendí, mi formación, mis vivencias, mi entorno, absolutamente todo, fue de provecho para formar mi personalidad. Sobrevivir al mundo solo de niños, me ha convertido en lo que soy”, señala.

Para incentivarlo hay que darlo a conocer. Hay muchos colegios en Guayaquil que ya están introduciéndolo como su deporte de actividades extracurriculares. Otra idea que da Ana María sería realizar mañanas deportivas en las que sin costo las personas puedan acceder a las canchas y ser parte de un entrenamiento completo y vivir la experiencia. Se requiere de mucha difusión para obtener gran afluencia. “Las canchas no quedan lejos, están al alcance de todos”, opina ella.

Entre las anécdotas más lindas que guarda Ana María, están los discursos que les daba Vicente Maldonado, que estaba a cargo de la Liga, los domingos, antes de los juegos. “Para mí eran únicos”.

Después de cada juego entregaban los famosos premios cortesía de Yogurt Chivería y de la marca Schullo.

Vicente dice que el béisbol local no ha dado muchos frutos en cuanto a jugadores caros o de Grandes Ligas porque no hay mucho dinero para traer entrenadores o para enviar a los chicos afuera; pero que sí es posible que salgan con un poco más de empeño. Cree haber hecho una labor buena y está satisfecho con su vida porque ayudó a mucha gente a seguir un camino correcto en un mundo que está cada vez más lleno de cosas malas. “De aquí han salido grandes personas con principios, sin vicios, y aunque no sigan jugando las puertas se les abren en cualquier plano profesional. Soy feliz de haber colaborado con la formación de cada uno de los niños que pasó por la Liga Miraflores”.

Obra
Gracias a la nueva directiva y al municipio, hay césped sintético en 2 canchas