Hace pocos días leía a un importante articulista del New York Times decir que su país preferido es Taiwán porque a pesar de no contar con recursos naturales es uno de los más desarrollados del mundo, a tal punto que su ingreso per cápita es similar al de los países europeos; teniendo en cuenta que hace solo 80 años era tan atrasado como la mayoría de los países latinoamericanos.
¿Dónde radica el éxito de Taiwán y otras naciones asiáticas para haber conseguido salir del subdesarrollo en menos de un siglo? Con toda seguridad, en su sistema educativo.
Es importante conocer que países como Taiwán y Corea del Sur casi carecen de recursos naturales como los tienen la mayoría de los países sudamericanos; uno de ellos es Ecuador, cuyo 90% de exportaciones son materias primas. Como Taiwán y Corea del Sur no tienen petróleo ni banano, ni café ni cacao, se han dedicado a estudiar y exportar tecnología. “Libros en vez de petróleo”, decía el mencionado articulista.
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¿Por qué Ecuador, por lo menos, no ha logrado industrializar su propia materia prima? Porque, en el fondo, no existen verdaderas universidades que trabajen de la mano con el Estado y las empresas privadas, en la industrialización de nuestras materias primas.
Desde hace 100 años o más, en todas las naciones desarrolladas existe un trabajo conjunto entre universidad, Estado y empresa privada. Lo normal es que el tema de una tesis de grado de un ingeniero mecánico, químico o eléctrico (por mencionar solo tres ingenierías) se desarrolle con base en un proyecto o necesidad de una empresa o del Estado.
Desde antes de que el genio Thomas Alva Edison patentara más de 1.200 inventos en los Estados Unidos entre fines del siglo XIX y principios del XX, las patentes de invención que se registran en esa nación son el trabajo conjunto de la universidad con la empresa privada. Si estudiáramos el origen de los inventos patentados en los dos primeros países del mundo, no sería ninguna sorpresa constatar que las universidades de Japón y las de Estados Unidos sí cumplen con aquel concepto de que es la institución educativa la que enseña los últimos avances de la ciencia y que se crea ciencia. ¿Eso hace la universidad ecuatoriana?
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Puedo asegurar, sin equivocarme –porque lo he vivido–, que la actual universidad del Ecuador es más atrasada de lo que fue hace 40 años, cuando existía el examen de ingreso.
Me tocó dar clase a bachilleres físico-matemáticos que no sabían sumar quebrados, por eso renuncié a la cátedra, porque no podía hacer mayor cosa contra un sistema establecido para mantener la mediocridad, con una mayoría de profesores a quienes lo único que les interesaba era cobrar su sueldo, y de estudiantes (con honrosas excepciones) a los que no les gustaba estudiar. Señores bachilleres, la suma de quebrados se aprende en el tercer grado de la escuela primaria. Las universidades del Ecuador en un 90%, por lo menos, no merecen ese término. Con seguridad habrá muchos directivos universitarios que no estarán de acuerdo conmigo.
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La Senescyt (Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología e Innovación) haría un bien al país si trazara un plan para obligar a todas las universidades a patentar inventos en la Wipo (entidad donde se patentan los inventos a nivel mundial); y la universidad que dentro de determinado tiempo no comience a patentar por lo menos un invento, debería cerrar sus puertas o dejar de llamarse universidad, para convertirse en instituto tecnológico de nivel medio.
La meta del gobierno de Corea del Sur hace algunos años era que todo estudiante de primaria, al salir de la escuela, dominara las cuatro operaciones fundamentales de aritmética. ¿Sabrán todos los profesores de educación primaria del Ecuador las cuatro operaciones fundamentales de aritmética? Con toda seguridad saldrán algunos sabios a responder que ya no es necesario saberlas porque ahora existen las calculadoras. Deben saber que las matemáticas están hechas para aprender a pensar, a razonar, que es precisamente lo que nos falta en la educación ecuatoriana.
¿Tendrán tiempo las autoridades de educación, los políticos, para interesarse por este tema vital para el país? El Estado ecuatoriano nunca en la historia ha tenido tanto dinero como en el actual gobierno. Por favor, no desperdiciemos el dinero –que quizá nunca lo volvamos a tener– en proyectos no rentables. A la niñez y a la juventud debemos a enseñarles a sacrificarse estudiando fuerte, caso contrario les hacemos un enorme daño entregándoles un título que no lo merecen.
Con miles de profesionales mediocres no vamos a ninguna parte, es preferible que tengamos la décima parte de profesionales, pero que sean capaces. El 90% restante puede llegar a ser buen artesano, buen técnico de nivel medio, buen agricultor. Nuestras universidades necesitan renovar sus equipos de laboratorios, bibliotecas, y traer de los países desarrollados a verdaderos másteres y PhD que formen profesionales que investiguen, patenten inventos y saquen al país del subdesarrollo. Aquí cabe recordar las palabras de un Premio Nobel de Química que visitó la Espol (Escuela Superior Politécnica del Litoral) hace pocos años y dijo que para patentar inventos no es indispensable tener grandes laboratorios, lo más importante es el deseo de investigar; toda investigación comienza por la biblioteca.
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Si queremos cambiar al Ecuador hay que comenzar cambiando el sistema educativo.
Kepti Lenin Tinoco,
ingeniero, Guayaquil












