Sospecho que Jorge Pérez Concha escribió las biografías de los héroes liberales para convertirse en un montonero más. Para cabalgar junto a sus biografiados: Eloy Alfaro, Luis Vargas Torres y Carlos Concha Torres. Para ser héroe, cronista y biógrafo de esas luchas.

Jorge Pérez Concha nace en Guayaquil el 5 de junio de 1908, día en que se celebra el triunfo de la Revolución Liberal de 1895. Los primeros años de Pérez Concha son de una infancia alimentada por cuentos fantásticos, pero también de historias reales con héroes y mártires propios porque son sus parientes: Luis Vargas Torres, fusilado en Cuenca en 1887; Carlos Concha Torres, caudillo esmeraldeño alzado en armas tras el arrastre de Eloy Alfaro.

Jorge Pérez Concha está marcado por su historia familiar. Pero el ejercicio de la biografía y de la historia tiene que esperar. Primero llega la poesía. Siendo estudiante del colegio Vicente Rocafuerte empieza a escribir versos románticos que luego adquieren tinte social.

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A sus 18 años publica, a dúo con Demetrio Aguilera Malta, Primavera interior, libro de prosa y poesía, 18 escritos son de su autoría y 21 relatos de Aguilera Malta. A esa época corresponde el inicio de una de nuestras generaciones más importantes de artistas, escritores e intelectuales: Grupo de Guayaquil.

En Cinco como un puño. Poesía del Grupo de Guayaquil, Alejandro Guerra también rescata unos encendidos versos del joven Jorge Pérez Concha: Poemas de la Revolución: ¡Cómo debió llover en Moscú!/ en la atmósfera/ ha estallado ya/ el grito de revolución/ y hasta nosotros llegan/ los sonidos de los dinamitazos”. Se podría decir que el poeta romántico había tomado las armas.

Después empieza a estudiar Leyes. Su poesía queda como una puerta de ingreso a la historia, a la biografía, porque sus héroes aguardaban por él. Frecuenta los círculos intelectuales y sus intensas lecturas lo van configurando como historiador. Sus más importantes libros de biografías son: Vargas Torres, 1938; Eloy Alfaro, su vida y sus obras, 1942; y Carlos Concha. Un luchador incorruptible, 1987.

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En febrero de 1992 lo entrevisté y una de mis preguntas fue sobre estos tres forjadores de nuestra historia, Pérez Concha dijo: “Los tres merecen el reconocimiento nacional, sin lugar a dudas. Eloy Alfaro fue el precursor de un movimiento, del que no fue el fundador, porque el liberalismo ya existía antes de Alfaro. Fue el que llevó al poder al liberalismo y, en el poder, realizar obras de trascendental importancia que cambiaron la fisonomía moral del país.

“(…) En cuanto a Vargas Torres, la historia ya lo ha inmortalizado, fue el mártir. El liberalismo ecuatoriano fue víctima, en gran parte, del clericalismo propio de la época, pues entonces se concebía al liberal como un enemigo de Cristo.

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“(…) Carlos Concha. Su fundamental actuación fue la revolución en Esmeraldas, acaecida después del arrastre del general Alfaro y de sus tenientes. Esta revolución tuvo un sentido de reivindicación del honor nacional, venido muy a menos, porque de todas partes del mundo nos vinieron las críticas más espantosas por el asesinato y arrastre de Alfaro, nos consideraba un pueblo salvaje que no merecía la consideración de los demás. Carlos Concha con la revolución de Esmeraldas trató de reivindicar el prestigio de la patria”.

En 1947, Pérez Concha comienza una exhaustiva etapa de investigación –más de diez años– para realizar su obra fundamental, Ensayo histórico-crítico de las relaciones diplomáticas del Ecuador con los estados limítrofes, entre 1958, 1959 y 1965 publica los tres primeros tomos. Sobre esta obra, el historiador Jorge Salvador Lara opina: “Trabajo profundo, fruto de seria y prolija investigación”. Pérez Concha fue autor de otros importantísimos libros.

Como a todo ser humano, a Jorge Pérez Concha la vida le regala temporadas buenas y malas. Es perseguido por gobiernos dictatoriales y presidentes fieros. Es despojado de cátedras universitarias y cargos administrativos.

Pero también es condecorado en el país y en el extranjero. Gana concursos por sus biografías. Vende seguros de vida. Ejerce el periodismo. Se casa con María Pesantes García, su compañera de toda la vida y madre de sus hijos.

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Otra faceta suya importante es la de diplomático. Se inicia en 1947 como encargado de negocios ad-interim en Oslo. Años más tarde, en 1979, es designado primer embajador en Cuba desde la ruptura de relaciones con ese país en 1963. Pero el 13 de febrero de 1984, catorce personas armadas asaltan la Embajada, exigen asilo político, manteniendo como rehenes al embajador y demás funcionarios. La atención mundial se vuelca sobre el incidente.

A la semana, tras intensas conversaciones con el gobierno cubano, los asaltantes abandonan la Embajada a condición de un juicio vigilado por el gobierno ecuatoriano. Cuando Pérez Concha regresa al Ecuador, asume la Dirección Regional del Ministerio de Relaciones Exteriores en Guayaquil. En 1989 se le concede el Premio Nacional Eugenio Espejo. Acude al Instituto de Historia Marítima. Dicta conferencias.

Rodolfo Pérez Pimentel, en su Diccionario Biográfico del Ecuador, describe a su tío como: “Moderado, siempre lleno de amigos y discípulos que le veneraban. En su aspecto físico, extremadamente blanco, bajito, nervioso, de voz aguda y palabra con doctrina.

“Nunca ostentoso, amó mucho a su Patria y se sacrificó por ella, de suerte que su deceso constituyó una pérdida irreparable para la conciencia cívica nacional. Está considerado sin discusión como el mayor tratadista de Derecho Territorial ecuatoriano de todos los tiempos y como una de las mayores figuras de la cultura ecuatoriana del siglo XX”.

A inicios de 1995, cuando ordena su biblioteca –para entregarla porque la había donado al Instituto de Diplomacia de la Universidad de Guayaquil–, accidentalmente absorbe el polvo químico que protegía esos libros. Exámenes médicos detectaron que sus pulmones estaban tomados por dicho químico. Jorge Pérez Concha fallece el 1 de abril de 1995. El epitafio de su tumba no miente: “Solo la muerte pudo detener su pluma”. Pero su palabra escrita está viva.