En una de las 500 bóvedas del cementerio Sabino Torbay Zahui, en Playas, están los restos del pequeño Dylan Matías Samaniego Torres. La suya se diferencia por un celeste cielo, un ángel que descansa acurrucado y la inscripción: “Fuiste un detalle de luz que iluminó momentáneamente nuestras vidas, al mismo tiempo nuestros corazones saltaron de alegría al ver que fuiste un regalo de Dios”. Pero también hay un dato en aquella lápida: entre la fecha de su nacimiento y muerte hay tan solo cuatro días.