JORGE MARTILLO MONSERRATE
jorgemartillom@hotmail.com.- Las iguanas pedalean bicicletas por las calles de Guayaquil. Aunque parezca una escena surrealista, es real. El asunto es que el pasado martes, en la Biblioteca Municipal, se presentó el libro de crónicas Iguanas en bicicleta, de los periodistas Francisco Quintero -colombiano- y David Sosa -cubano-, quienes las escribieron hace cinco años. Después el caleño (Quintero) retornó a su país y el habanero Sosa sigue atrapado en este puerto.

En las primeras páginas del libro, ambos, a manera de presentación manifiestan: "Cuando llegamos a esta ciudad (Guayaquil) a trabajar en diario Expreso nos embrujó la cantidad de historias que había ocultas detrás de sus calles, plazas y personajes. Nos parecía insólito ver a las iguanas durmiendo la siesta después de almuerzo, descubrir que aquí había residido Daniel Santos; nos llamaba la atención lo mismo la historia del peluquero iraquí que había llegado huyendo de Saddam Hussein, que el insólito mundo palpitante detrás de las Bahías o el hipódromo de Buijo".

Sobre esos y más escenarios y personajes es que escriben estos cronistas que callejean, investigan y arman sus excelentes historias desde el llamado periodismo narrativo.

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El sábado anterior fue con David Sosa con quien conversé -aún no arribaba desde Cali, Francisco Quintero- en el escenario ideal: el Seminario o parque de Las Iguanas.

Sosa hace 36 años nació en La Habana, su historia con las letras comienza en la biblioteca de su padre y más aun leyendo libros de José Martí, Alejo Carpentier, Guillermo Cabrera Infante y otros escritores que le acercaba Jesús Abascal, un tío escritor.

Él se inicia escribiendo textos que son representados en la emisora donde su padre era director de radionovelas. Un mundo mágico que conoció desde muy pequeño y que ahora ha retomado.

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Estudió Periodismo y manifiesta que se encontró con una carrera bastante dogmática y politizada. En la universidad tuvo de profesor a Pedro Juan Gutiérrez cuando este aún no era el famoso escritor del llamado realismo sucio sino redactor de la revista Bohemia.

"Siempre me gustó la crónica, el periodismo de escritorio no estuvo nunca dentro de mis planes y muy pocas veces lo he practicado -recuerda-. Me gustaba el viaje, la aventura, salir a la calle a buscar historias", dice y pone como ejemplo, el mundo de la santería y las fiestas afrocubanas. Antes de salir definitivamente de la isla, viajó a México e Italia.

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A mediado de los años noventa cuenta que como periodista empezó a sentirse asfixiado: lo echaron de una emisora por hablar de Vargas Llosa y Salman Rushdie, le impidieron ingresar a otra por su manera de vestir y jamás lo dejaron trabajar en el periódico Granma.

Fue cuando empezó a escribir para agencias internacionales hasta que en 1999 sale de Cuba al recibir una oferta en la Universidad Javeriana de Bogotá.

Luego trabajaría en los diarios El Espectador, El Tiempo, ambos de Bogotá y El Occidente de Cali. También colaboró en las revista El Malpensante, Gatopardo, Soho, Don Juan. Es en El Espectador que conoce a Francisco Quintero.

Esos años los considera su mejor etapa en el periodismo. "Éramos un pequeño grupo de jóvenes inconformes que teníamos una sección de domingo, para mí extraordinaria, muy libre donde podíamos escribir, literalmente, lo que nos diera la gana y siempre escandalizábamos con lo que hacíamos. Al otro día, los noticieros nos retomaban", anota.

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Allá hizo radio, periodismo cultural y escribió crónica. En el 2006 llega a diario Expreso reclutado por Quintero, quien armaba un suplemento dominical. Entonces empezaron a escribir las crónicas de Iguanas en bicicleta.

Hacia el 2008 ganó el Premio Mantilla de Periodismo por una serie de reportajes sobre el río Guayas. ¿Luego fuiste editor dominical de El Telégrafo?, le pregunto y responde: "Sí, pero como esa parte no me entusiasma, no quisiera recordarla".

Él sabrá. Actualmente es profesor universitario de periodismo y ha retomado una antigua pasión: en radio Tropicana todas las mañanas realiza análisis político y de actualidad en 'La hora de don Ramón'.

Los sábados tiene el programa 'Garza Roja Cultural' y los viernes 'Crónicas Urbanas' , el cual, comenta, trata de realizar el periodismo que siempre ha hecho: contar historias de escenarios y personajes de la cultura popular.

Iguanas en bicicleta es un libro que quiere mucho porque son las primeras crónicas que hizo al llegar a Guayaquil.

"Desearía pensar que estas crónicas se escaparon un poco de la prisa y mediocridad de los periódicos y tomaron forma de literatura que es lo que a mí me interesa, sin dejar de ser periodismo".

Ahora corrige un puñado de cuentos, historias que transcurren en La Habana de los noventa cuando abandonó su ciudad natal. "Los quisiera agrupar en un libro de ficción, son lo contrario de Iguanas en bicicleta, que son historias reales".

Ese sábado, como todos los días, las estrellas del parque Seminario son las iguanas que parecen salidas de un Guayaquil remoto.

Sosa se deja seducir por ellas y cuenta que en el libro de crónicas: "Las pongo a rodar en bicicleta porque me las imagine rodando por la ciudad, tomando notas y contando a su ciudad. Reinventando un poco a la Guayaquil. Es un título bastante surrealista, pero siento que pega. El lector dirá", señala David Sosa y calla frente a una iguana que agita su cabeza como repitiendo: Sí, sí, sí.