El primer balneario de Guayaquil fue el actual barrio Las Peñas. Así lo narra en su colección Crónica, relatos y estampas de Guayaquil el historiador José Antonio Gómez Iturralde. “En ese tiempo, la falda del cerro llegaba hasta el agua... En 1693, la ciudad se dividió y el vecindario, tanto de Ciudad nueva como de Ciudad vieja, elegía esta playa vecina y segura para bañarse en el río”.

Gómez Iturralde comenta que la cercanía del río, el ir y venir de las lanchas, balandras, canoas y buques contribuyó en ese entonces al crecimiento económico de Guayaquil, “hitos olvidados por una sociedad que hoy testimonia la agonía de un río solitario, vacío, sin vida”.

El historiador evoca que en 1884 el comercio en Guayaquil se desarrolló en lo que hoy es el Malecón Simón Bolívar. Allí se concentraban los grandes almacenes, los que vendían brea, alquitrán, clavos, sedas, paraguas y sombreros... “Entonces el montubio que venía del campo en una embarcación ahí encontraba de todo. El malecón era lleno de vida porque toda la vida de Guayaquil y del río Guayas, que era intensa, se desarrollaba a lo largo del malecón”.

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Esa agitada vida de comercio, comenta este historiador guayaquileño, era lo que más les llamaba la atención a los viajeros que visitaban este puerto. “Cuando llegaban, observaban la belleza de la ciudad, sus farolitos, no había carreteras, la ciudad estaba cruzada de canales para que el agua del río entrara y tuviera en esos pozos abastecimiento de líquido, porque a cada rato se incendiaba la ciudad”.

El historiador Rodolfo Pérez Pimentel rescata la importancia de este cuerpo de agua y recuerda que Guayaquil está ubicada en una zona donde las confluencias de las aguas salobres del golfo se mezclan con las dulces del río Guayas, lo que significa que es un sitio estratégico para el comercio.

“Es la única cuenca hidrográfica para el lado del océano Pacífico desde Alaska (EE.UU.) hasta la Patagonia (Argentina), de allí que nuestro destino como ciudad es ser iguales a las grandes capitales de las cuencas hidrográficas del otro lado del Pacífico como Singapur, Shanghái, Hong Kong”, dice Pérez, quien relata que en 1960, al construirse el Puerto Marítimo, en el sur, Guayaquil dejó de ser la ciudad frente al río y pasó a ser la ciudad frente al mundo, porque el río se empezó a encenegar, razón por la que los barcos no podían ingresar.

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Pese a la sedimentación en el Daule y Babahoyo, los dos ríos que conforman el Guayas, este aún es navegable. Así lo explica el director de Seguridad Marítima de la Dirección Nacional de los Espacios Acuáticos (Dirnea), Mauricio Alvear, quien aclara que hay restricciones.

Por todo el canal, indica Alvear, hasta el Malecón Simón Bolívar se puede navegar las 24 horas con lanchas de hasta 2,50 metros de calado, como las que transportan a pasajeros en la isla Puná (Cocodrilo 1 y 2), que tienen 1,80 m de calado.

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Alvear sostiene que estas lanchas las adquirió el Comité de Desarrollo Cacique Tumbalá para hacer turismo en Puná, isla que mediados del siglo XIX (1860) fue uno de los principales balnearios de Guayaquil, y que luego en el siglo XX fue reemplazado por los paseos a Posorja y Puerto El Morro, relata Gómez Iturralde.

El Comité Cacique Tumbalá actualmente utiliza las embarcaciones como un medio de transportación fluvial.

Otra de las rutas, según Alvear, es la del Buque Escuela Guayas, embarcación que vira en el puerto Santa Ana, pues hasta allí puede hacerlo ya que la sedimentación dificulta la navegación, lo mismo sucede al cruzar a la isla Santay. “Es una vía fluvial que permite el ingreso de embarcaciones de hasta 2,50 metros de calado”.

Alvear recuerda que en la presidencia de Rodrigo Borja (1990) se implementaron lanchas para transportar a personas de Guayaquil a Durán, las que atracaban en el muelle frente a la terminal terrestre, el que actualmente no funciona por la sedimentación en el río.

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El comandante de navío relata que al principio los pasajeros usaban las lanchas, después se quedaron paradas porque nadie se quería embarcar, pues la transportación fluvial no es tan rápida como la terrestre. “Usted se puede quedar donde quiera, en cambio acá (transporte fluvial) son puntos fijos. Además, la población no tiene cultura de ver al río como un medio de transporte de personas, lo hemos visto como transportación de carga, por eso fracasó, al principio tenía tremenda acogida, después de seis meses pararon, el mismo público prefería venir en bus estropeándose”, rememora.

Alvear reconoce que la situación del transporte ha cambiado tanto en Guayaquil como en Durán, en lo que coincide el jefe del Departamento de Gestión Marítima, Jorge López, quien señala que en esta ciudad ha crecido el parque automotor, lo que provoca congestionamiento en horas pico.

Ante el exceso de pasajeros que tiene la Metrovía en estos lapsos, López plantea la posibilidad de que se cree en la estación del Guasmo un punto de salida para embarcaciones fluviales que se conecten con la Metrovía y tenga dos puntos de llegada, una en el malecón y otra en la terminal terrestre.

“Eso descongestionaría el tránsito en las horas pico en el sur y el norte, si lo quiere tomar el Municipio como proyecto”, recomienda.

No obstante, el comandante Alvear admite que esta transportación es un servicio caro porque se necesita de personal especializado que conozca el río, así como también de nuevas y mejores embarcaciones.

En una entrevista al alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, realizada el pasado 4 de octubre, señaló: “Si el proyecto (transportación fluvial) no es sustentable ni rentable, entonces no se puede hacer”.

Otro problema es la falta de muelles, lo que se evidenció, dice Alvear, en la regata internacional Velas Sudamérica 2010, en la que participaron once naciones de América y Europa para celebrar el Bicentenario de Independencia de algunos países latinoamericanos.

La visita de estas naves, señala Alvear, le recordó a Guayaquil que a pesar de ser un puerto principal, de tener una gran vía fluvial, no cuenta con muelles. “Nosotros miramos hacia el cemento pero no miramos hacia el río porque no tenemos muelles para recibir y de eso nos dimos cuenta en Velas Sudamérica 2010. Tuvimos un gran problema cuando llegaron los veleros, Guayaquil realmente no cuenta con muelles para recibir turismo y sí está en capacidad de recibir buques con un calado de 6,50 metros”, dice.

El director municipal de Turismo, Joseph Garzozi, expresa que crear más muelles sí es factible, de hecho indica que se hicieron estudios pero no se implementaron por falta de recursos. “...El Gobierno no quiso dar el dinero, nunca lo dio y no se ampliaron, y por eso los veleros tuvieron que acoderar en el muelle de la bananera de Álvaro Noboa, entre otros”, detalla.

Transporte fluvial: Cronología
1985
Según el director de la Biblioteca municipal, Melvin Hoyos, hasta mediados de los años ochenta funcionó el transporte fluvial hacia Durán. Este perdió paulatinamente sus usuarios una vez que se creó el puente de la Unidad Nacional en 1970. El transporte fluvial fue manejado por años por la Empresa Nacional de Ferrocarriles (ENFE), hoy Empresa de Ferrocarriles del Ecuador (EFE).

1990, julio 25
En julio de 1990, durante la presidencia de Rodrigo Borja, en los astilleros navales se efectuó la ceremonia de bautismo y botadura de la lancha Huancavilca, destinada al transporte fluvial de pasajeros. Esta embarcación fue parte de las ocho naves que costaron 400 millones de sucres cada una.

2000, octubre 16
El alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, anunció que el transporte fluvial público por el río Guayas será concesionado al sector privado, con el objeto de rehabilitarlo y para descongestionar el transporte terrestre.

2001, febrero 1
Se inauguró un muelle frente a la terminal terrestre. Dejó de funcionar hace cinco años debido a la sedimentación.