AFP
TIMBU, Bután.- En el reino himalayo de Bután el fervor del pueblo por la boda de su soberano con una bella estudiante plebeya de 21 años, que tendrá por misión ayudarle a incrementar la "Felicidad Nacional Bruta", era palpable, y la prensa describía el acontecimiento como un "cuento de hadas".

El retrato de la futura pareja real se veía en todas las tiendas y fachadas de los bancos y hasta en los pequeños escudos que lucen en las solapas de sus vestidos tradicionales los habitantes de Timbu, la pequeña capital medieval.

Tres años después de su coronación, en la que hizo votos de proteger a este remoto reino de los daños de la mundialización, el quinto "rey dragón" de Bután, Jigme Khesar Namgyel Wangchuck, de 31 años, se casa con una estudiante de una familia de terratenientes, Jetsun Pema.

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Los medios locales han contribuido a forjar este "cuento de hadas", afirmando que fue un amor "a primera vista" durante un picnic, cuando la futura reina solo tenía siete años.

Su belleza, más que su origen plebeyo, suscita el entusiasmo y todo el mundo aprueba la pareja del rey, apodado "el príncipe azul del Himalaya", por su físico de estrella que recuerda a Elvis Presley.

"Pienso que ella es una reencarnación de una diosa, es tan hermosa...", dice Kinley Tenzin, de 15 años.

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Los observadores piensan que la futura reina se dedicará a las acciones caritativas.

En las alturas de Timbu, los alumnos del colegio Lungtenzampa, donde estudió el rey y, diez años más tarde, su prometida, recuerdan con emoción la visita informal de la pareja el pasado mes de agosto.

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"El rey nos habló de amor. Nos dijo que no debemos temer decirle a alguien que lo amamos, que él cuando era joven no se atrevía a decir esas cosas", dijo un adolescente de 16 años, Passang, quien lamentó de paso que la novia no hubiese hablado, limitándose a firmar autógrafos.

De 1989 a 1993, el rey estudiaba un día por semana en este colegio, para mezclarse con el pueblo, y los otros días los consagraba al estudio en el palacio con un profesor particular. Luego se fue a estudiar a India y a Oxford.

La novia estudió en el mismo establecimiento entre 2000 y 2005. La directora, Kinley Pem, describe a la joven, quien fue capitana del equipo de baloncesto, como "inteligente y humilde, casi tímida". Su padre es piloto comercial y su madre es un ama de casa.

"Ella jamás se habría imaginado que se convertiría en la reina de Bután", asegura.

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Cerca de las aulas, se ven en una cartelera los textos y poemas en honor del matrimonio, elogiando al soberano, descrito unánimemente como muy cercano al pueblo, todo lo contrario de su padre, quien abdicó en 2006, más austero.

Según Tshering Tobgay, jefe de la oposición parlamentaria, este matrimonio simboliza para los 700.000 butaneses la continuidad de la familia real. "Tenemos un auténtico amor por la monarquía", dijo a la AFP.

"Nuestra devoción por el rey es muy fuerte porque él es un servidor del país y de su pueblo. El conoce a casi todos los habitantes del reino, nos escucha y se comporta como nosotros, agarrando a su novia de la mano. El pueblo se lo agradece mucho", dice.

Bután, un pequeño país del tamaño de Suiza, situado entre India y China, se jacta de medir su desarrollo económico al rasero de su indicador de "Felicidad Nacional Bruta", pese a problemas modernos como la droga.