La toma de la casa de Gadafi por los rebeldes libios ha dejado al descubierto el lujo en que vivía. Cubiertos bañados en oro, ropa de los grandes modistos, una sirena de oro con la cara de su hija enmarcando un sofá, gimnasio, piscina, coches de lujo, playa exclusiva, mientras cerca, al oeste de Trípoli, miles de libios viven en viviendas precarias y con salarios muy bajos.
No es el primer caso, aún se recuerdan los lujos que se encontraron en Filipinas en la casa del dictador Marcos y la colección de zapatos de su esposa Imelda.
Son solo hechos representativos de lo que ocurre cuando alguien se perenniza en el poder y llega a confundir lo nacional, lo estatal, con lo propio. Entonces los gobernantes se llenan de privilegios y los ciudadanos viven con lo indispensable y aun sin ello.
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Por esto la democracia, con todos sus defectos y problemas, debe ser defendida, y en ella la alternabilidad y el respeto a los derechos fundamentales de los ciudadanos, incluido el de tener acceso a la información pública que le permita conocer el uso de los recursos públicos.