La violencia fascista

Quienes tienen el poder del Estado o parcelas de poder –y lo ejercen con abuso y prepotencia, peor si consideran o les hacen creer que su poder puede ser ilimitado– son proclives a usar el tumulto como forma colectiva de violencia para intimidar a los que atacan o persiguen; pero, más que eso, para generar miedo a los demás.

Enfaticemos en el siglo XX, con las escuadras fascistas de Mussolini y los escuadrones de camisas pardas de Hitler. Las mayores persecuciones del fascismo y su continuidad en el régimen nazi –desde mediados de los años veinte hasta la Segunda Guerra Mundial– se produjeron a partir de esas instancias no formales del poder, pero ordenadas, encubiertas y protegidas por el poder.

Los crímenes de enero de 1912

El enfrentamiento entre el liberalismo radical de Eloy Alfaro y el sector de liberalismo que pactó con la burguesía de poder económico en el Ecuador, cuyo líder visible fue Leonidas Plaza Gutiérrez, al finalizar la primera década del siglo XX, generó tumultos que fueron creciendo y desembocaron en los crímenes de 1912.

El 25 de enero asesinaron a Pedro J. Montero, el tigre de Bulubulu, en Guayaquil, después de un juicio militar en el edificio de la Gobernación, sobre las siete de la noche, presidido el Tribunal por el coronel Alejandro Sierra, cercano a Plaza. Su actuación fue tan inicua que hubo un momento en que incitó a la multitud llevada para el efecto, preguntándoles: Pueblo guayaquileño, ¿sabrás responderme si os consta que el general Montero es reo de alta traición a la Patria y sus instituciones? La respuesta fue un estruendoso Sí. La condena fue a 16 años de reclusión. Uno de los presentes, Alipio Sotomayor, le disparó a la cabeza; y, luego que profanaron su cadáver, lo arrojaron a la calle y lo arrastraron hasta la plaza San Francisco, donde, entre festejos, incineraron el cadáver. Ya entrada la noche, Plaza llegó y ordenó apagar el fuego.

El 26 el gobierno de Carlos Freile Zaldumbide ordenó llevar a Eloy Alfaro y a sus compañeros de prisión, Medardo Alfaro, Flavio Alfaro, Luciano Coral, Manuel Serrano Renda y Ulpiano Páez, hacia Quito.

Ingresados al panóptico, el domingo 28 de enero una turba ingresó al penal, asesinó y arrastró a los detenidos hacia El Ejido.

¿Quiénes ordenaron los asesinatos? Difícil singularizar, pero la responsabilidad de Plaza Gutiérrez y sus seguidores y del clero, estuvo en instigar la acción irracional de quienes actuaron en pandilla.

La violencia auspiciada y protegida desde el poder, resulta similar a la de quien echa un fiero animal, para generar miedo, pero este puede despedazar al agredido.

También en parcelas del poder

El populismo fue generador de violencia dentro de parcelas del poder.

En lo personal, en los años 1960 y 1961, militante de izquierda, fui de los que enfrentamos a los seguidores del entonces alcalde Pedro Menéndez Gilbert. Las seguidoras eran temibles, no solo daban trompones, sino que en su cabello ocultaban pedazos de hojas de afeitar, que al penetrar en la piel de los contrarios, en los incidentes callejeros, se quebraban. Tiempo después, 9 de octubre de 1969, Menéndez, ministro de Agricultura de Velasco Ibarra; el autor de estas líneas, secretario municipal; en el entorno de una sesión de gabinete en el Palacio Municipal, por invitación del alcalde Assad Bucaram, se lo comenté a Menéndez, quien se asombró de mi relato expresándome que el hecho nunca lo había conocido. Esa violencia y otras circunstancias precipitaron los hechos del 6 y 7 de noviembre de 1961 y el fin del cuarto velasquismo.

Assad Bucaram también era agredido y reaccionaba con violencia. Los “pelados” que desalojaron en octubre de 1967 el colegio nocturno Borja Lavayen, muchas veces se le salieron de control. En noviembre de 1967, una turba atacó al Palacio Municipal, casi llegan al despacho de la Alcaldía.

El espacio universitario fue agredido en la dictadura militar de los setenta por el grupo conocido como Atala que respondía a órdenes de la gobernación militar del Guayas. Algunos de sus actores han ocupado importantes espacios de poder en el gobierno de Correa. Un sector de los Atala fue responsable del asesinato de Abdón Calderón Muñoz el año 1978.

En lo personal fui agredido en la Universidad Central del Ecuador, el 26 de enero del 2005, como consecuencia de denuncias y acciones contra el establecimiento de la pichicorte en el gobierno de Lucio Gutiérrez.

Y en el gobierno de Correa

Se estrenó el tumulto correísta en la toma del Tribunal Supremo Electoral, en la agresión a diputados opositores en el hotel Hilton –causando severas lesiones al diputado Oswaldo Flores y la destrucción del vehículo del legislador Carlos Larreátegui, entre otros daños– y luego la ocupación y el desalojo del Tribunal Constitucional, en el primer trimestre del 2007.

En las últimas semanas, el tumulto apareció más agresivo, en el exterior del recinto en que se juzgaba al coronel Tapia y a los miembros de la escolta legislativa, no solo contra sus familiares y amigos, sino y sobre todo, para presionar a los jueces. También estuvieron ofendiendo a los diputados no gobiernistas en la Comisión de Fiscalización, en la sesión en que se le negó a César Montúfar el procesamiento del ministro Serrano. Lo reciente del martes 5 de julio, fue la agresión a Benjamín Cevallos, en el Consejo de la Judicatura, marioneta por cerca de 2 años, cayó en desgracia y fue castigado días después de ser amonestado en la sabatina de Correa del sábado 2 de julio.

Valentía y cobardía

Presidente Correa: la valentía de un gobernante siempre lo debe llevar a respetar las instituciones y a los demás ciudadanos. El tumulto agresivo, en cambio, es expresión de cobardía de quien lo ordena y de quienes lo auspician. Demuestre ser –lo esperamos– valiente y respetuoso de los demás. Aleje a quienes le aconsejan la violencia como forma de gobernar.