QUITO
.- En Ecuador existen "clínicas" que con maltratos y abusos sexuales dicen "curar la homosexualidad".

"Hola, soy Paola, tengo 28 años, soy mujer, soy hija, soy hermana, soy madre y... soy lesbiana...". Así fue como se presentó en un juicio popular -el miércoles pasado, ante más de 70 personas- una joven que sufrió dos años de maltratos y abusos sexuales en una supuesta clínica de rehabilitación para adictos a drogas en la que ofrecieron a su familia el tratamiento para "deshomosexualizarla".

Paola decidió hacer pública su historia para evitar que inconscientes, ignorantes e inescrupulosos sigan condenando a la exclusión a personas que optaron por la preferencia sexual diferente a la heterosexual.

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El recuerdo le lleva a Paola a una mañana en la que ella estaba en su casa tranquila, aún en pijama, cuando tocaron a la puerta. Al salir, dos tipos corpulentos, sin mediar palabra, la sometieron, la esposaron y subieron a una "típica camioneta doble cabina que reconoce todo aquel que ha sido internado...".

Los golpes seguían camino al carro. Entre insulto y agresión, Paola empezaba a entender por qué tanta violencia de parte de los hombres. Frases hirientes respecto a su lesbianismo le hacían sospechar. Un viaje largo la llevó afuera de Quito.

Entre dolores del cuerpo y el alma por no saber quién era el causante de ordenar tal masacre, pasaron las primeras horas de martirio. Sus agresores se vestían de redentores para darle la bienvenida, haciéndole saber que era poco menos que basura y que de ahí en adelante ella no debía luchar por ganarse el respeto sino únicamente, día a día, su plato de comida.

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"Por un periodo de dos años, según estas personas, no fui nadie y no merecía nada más que no sean sus orinas en mí, su semen en mí. No me merecía más que su basura, sus insultos, su saliva y sus porquerías", explica Paola. El "tratamiento" continuaba con frecuentes violaciones sexuales. "Hasta que te guste, mamita", era la frase preferida de los exdrogadictos que fungían como "terapeutas".

Con las particularidades del caso, la misma historia se repitió en la vida de Francisco, el 13 de febrero del 2008; con Ivanova, el 14 de julio del 2010; con Mishel, el 11 de agosto del 2010, con Flor, en la ciudad del Puyo, recientemente... La lista es enorme al revisar archivos de la Fundación Causana, de Quito.

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Según Tatiana Cordero, del Taller Comunicación Mujer, hay indignación porque instituciones públicas responsables de controlar ese tipo de centros no hacen nada para prohibirlos. "Supuestamente hay una maravillosa Constitución que protege la orientación sexual, la identidad de género; pero a nosotras no nos sirve", reniega.

Paola prefiere no mencionar al familiar que firmó el documento para que la internen en el "centro de tortura", pero asegura que ahora todo con su familia está superado. No sabemos si eso pasó con la hermana de Francisco, o con la madre de Mishel o con la de Flor; lo cierto es que la ignorancia que rodea a familiares de lesbianas, gays y transexuales, más la dosis de engaño de dueños de las "clínicas de rehabilitación" que aseguran "curar la enfermedad", originaron el encierro.

Las visitas a los "enfermos" son controladas por celadores. Decenas de advertencias de no decir lo que pasaba adentro anticipaban la llegada. Si decían algo, una golpiza, la semana sin comida al interior de una cisterna eran, entre otros, los castigos. Y la obligación era tres meses más de terapia. Paola recuerda que en su caso solo tuvo tres visitas en dos largos años.

Karen Barba, de Causana, critica la impavidez del Estado ante la existencia de más del 90% de centros de rehabilitación para adictos en el país sin permisos de funcionamiento (higiene, técnicos, médicos, etcétera) necesarios para terapias.

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La crisis es tal en estos lugares, comenta, que ni siquiera tienen profesionales experimentados para revertir una adicción de drogas, sino que cuentan con adictos supuestamente rehabilitados que, en muchos casos, tienen denuncias por abuso o acoso sexual.

Pero Cayetana Salao, de Artikulación Esporádika, va más allá. Ve que con la ilegal y equivocada ética profesional de querer tratar a opciones sexo-genéricas diferentes como adicción, está la estafa al cobrar por algo que no se puede hacer: "deshomosexualizar a individuos que por convicción y por la necesidad propia decidieron disfrutar la vida con un igual".

Francisco, por querer mantener una relación con otro chico, fue sometido en una clínica de rehabilitación en el Valle de los Chillos a una terapia que consistía en esposarle a una palma toda la noche, recibiendo baldazos de agua fría y azotes. En un centro de Durán (Guayas) la técnica era diferente. Un joven dormía desnudo y de madrugada llegaban varios "enfermeros" con una máquina para aplicarle descargas eléctricas.

Hoy en día, Paola luce con mayor fuerza para vivir. Mantiene que pese a que en ese centro le trataron de hacer creer que no existía, ella con constancia ha demostrado que no ha desaparecido. Ahora se dedica a dar charlas sobre prevención de violencia en escuelas, colegios y comunidades. Viaja por el país con el lema de que realidades lacerantes como la tortura a quien siente y piensa diferente se pueden evitar con educación, con amor y prevención.

Una década

Hace más de diez años se registró en el país el primer caso de una mujer que fue encerrada contra su voluntad y torturada por tener una opción sexual diferente, la cual debía ser tratada como "trastorno de conducta, como adicción, como enfermedad".

Tratamientos

Hoy, las sesiones de "rehabilitación" a los pacientes en las llamadas "clínicas" incluyen las malas palabras, esposas, orina, epítetos, abusos sexuales, puñetes, palos, insecticida... tres, cuatro, cinco días sin comer... "oscuridad total".

"Le corresponde al Estado no permitir que estos lugares de maltrato funcionen y sancionar a los responsables...".
María Paula Romo
ASAMBLEÍSTA