En el artículo ‘Inexistente Política Petrolera, II parte’ publicado el 10 de enero pasado, hice un resumen de esa actividad ejecutada por el actual Gobierno. Sobre el tema en referencia textualmente escribí: “El caso ITT fue otro fracaso estrepitoso del régimen durante el 2010. Pretendió que países industrializados colaboren económicamente para dejar en el subsuelo del Oriente ecuatoriano las reservas de crudo de esos campos. La idea nació de los ‘ecologistas infantiles’, que inicialmente formaron parte de la administración. Nunca entendí esa propuesta porque el proyecto de construcción de la nueva refinería siempre estuvo ligado a la explotación del ITT para llenar los 300.000 bpd que necesitaría la planta. Se transformó en un círculo vicioso porque cada cierto tiempo el presidente apoyaba la iniciativa; cuando estaba mal genio la desautorizaba; después le daba más plazo y frecuentemente cambiaba a los negociadores. No admitía el fracaso hasta que recientemente en Cancún (México) se dio cuenta de que el proyecto era una utopía por dos razones: los países ricos no confiaban en el Gobierno y en la forma en que se manejaría el fideicomiso internacional. Fueron cuatro años perdidos. Los únicos que salieron ganando fueron los encargados de la misión, pues viajaron y todavía viajan por todo el mundo con gastos pagados por nosotros y los resultados siguen siendo nulos”.

El tiempo nos ha dado la razón. Hace pocos días, Alemania –la nación que más aportaría– definitivamente no financiará el plan porque sentaría un pésimo precedente que imitarían otros países al pedirles recursos por proyectos medioambientales. Se dieron cuenta de que este régimen ha recibido ingente cantidad de dinero por el alto precio del crudo, lo gasta infamemente y no ahorra para futuras emergencias. Dudan del destino de su aporte, es decir, no tienen confianza en una administración despilfarradora. El proyecto fue lanzado en el 2007 y se lo etiquetó como ‘Plan A’. El objetivo es recaudar 3.500 millones de dólares para dejar el crudo bajo tierra y evitar la emisión de 410 millones de toneladas de dióxido de carbono de un área de 200.000 hectáreas del parque Yasuní.

El destino de ese dinero sería la protección de las zonas ambientales, así como el desarrollo de tecnologías para energías renovables y una parte para proyectos de desarrollo social. A pesar de que siempre se estuvo consciente de que esta iniciativa estaba fuera del Protocolo de Kioto. Solo ha logrado el apoyo efectivo de España de un millón de dólares y la promesa de Chile de aportar 200.000 dólares. Esto refleja el fracaso de la misión, pero el presidente –obstinado como siempre– ha dado plazo a la comisión negociadora hasta diciembre próximo. Ivonne Baki negó lo acordado por el gobierno alemán y profetizó que Correa ganaría el premio Nobel por la iniciativa (?) y en un reciente monólogo sabatino le “prohibió” hablar sobre el ‘Plan B’, consistente en la explotación del ITT, y el mandatario le contestó negativamente. Han transcurrido casi cinco años de esta comedia y los resultados son paupérrimos. Recordemos que fue motivo de discrepancia entre Carlos Pareja y Alberto Acosta al inicio del régimen.

¿Será que por opinar sobre este y otros fracasos de la revolución ciudadana somos llamados “sicarios de tinta”? ¿Acaso hemos viajado, negociado y disfrutado de los placeres del plan ITT? ¿Quiénes han sido alcahuetes de esta farsa? El país lo sabe… por eso la mitad de ecuatorianos no cree en este Gobierno.