Simón Pachano
Asegura el líder que al concluir su mandato se dedicará a estudiar a los medios de comunicación privados. Seguramente lo hará en la apacible Bélgica, hasta donde le llevarán sus compromisos familiares, según comunicó unas semanas antes. Será una gran oportunidad para que se convierta en académico, en todo el sentido de la palabra, ya que cuenta con el antecedente de haber sido profesor universitario. Aunque su principal experiencia en ese campo fue en una universidad pelucona, en la que solo podía tener escasa dedicación a la investigación, no deja de ser un buen punto de partida para empezar la carrera académica. Es sin duda un buen futuro para un expresidente.

Pero, más allá de las opciones personales, es interesante seguir las pistas que él ha dado acerca de la manera en que orientará su estudio. Parece que su interés no va hacia el análisis del contenido de los medios ni a la forma en que ellos tratan los temas, sino más bien hacia la propiedad de estos. La idea que está por detrás, o la hipótesis, para decirlo en el lenguaje especializado al que deberá irse habituando, es que la propiedad de los medios define su orientación. Según esa visión, el análisis del contenido de un periódico no debe hacerse necesaria ni prioritariamente revisando con atención sus páginas, sino mirando la nómina de sus accionistas. Más aún, se obtendrán todas las respuestas si esa nómina es cotejada con las de otras empresas que operan en cualquier actividad económica.

Esta es una idea bastante vieja, originada en la primera mitad del siglo XX cuando en Estados Unidos se conformaron imperios mediáticos. El ejemplo paradigmático fue el del magnate Randolph Hearst, que inspiró a Orson Wells para la magnífica película El ciudadano Kane. Debido a que aquel señor era considerado el padre de la llamada prensa amarilla, las conclusiones acerca de la relación entre accionariado y orientación de los medios llegaron con enorme facilidad. Posteriores estudios, como los del exdirector de Le monde diplomatique, Ignacio Ramonet, se empeñaron en demostrar el carácter automático o mecánico de esa relación.

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Pero, la verdad es que el balance de casi un siglo de estudios en este campo es más bien pobre, por no decir inservible. Aparte de las afirmaciones que hacen los autores, prácticamente no hay pruebas de la dichosa relación y todo se resuelve en la tautología. Cada autor ve lo que quiere ver y dice que ha comprobado lo que de antemano consideraba que era una verdad irrefutable. En ese contexto, la aventura que va a iniciar el futuro académico ya tiene un fin cantado. Incluso lo tuvo ya, cuando guiado por esa idea y sin esperar a tener resultados fiables de la investigación que recién emprenderá en unos años más, puso en la consulta popular una pregunta al respecto. Claro que la novedad estará en el estudio de los medios en tanto opio del pueblo, lo que seguramente inaugurará la opiología como campo de investigación, aunque el resultado sea nuevamente tautológico.