Ana
EDAD 43.
‘Tenemos información, hay que tener sentimiento’
“En enero cumplo 23 años viviendo con VIH. En 1989 me casé, tenía 20 años y mi esposo no trabajaba aquí, sino fuera del país. Nos casamos muy pronto, quién iba a preocuparse, en esa época no había casos, prevención ni médicos que la trataran, todo era un hermetismo total. Él fue uno de los primeros diez casos diagnosticados en 1984 con sida y no me dijo nada. Yo me enteré porque estaba enfermo del hígado en 1994. Nosotros estábamos separados y llamé al hospital Luis Vernaza donde estaba internado y su familia no me dejaba verlo. Un día llamé para decirle que iba a ir al día siguiente, la enfermera contesta y me dice: No le puedo dar el mensaje porque al paciente se lo llevan al hospital de Infectología porque tiene sida. Me paralicé, me hice los exámenes y yo tenía a mi hijo de 3 años, yo lo di a luz normal, le di el seno un año, tuvo todas las oportunidades de infectarse, pero gracias a Dios no, hoy tiene 20 años, y está en la universidad... En 1995 mi esposo murió y por el estrés me enfermé, en esa época te morías, te tiraban piedras si sabían que tenías sida, tenía dos meses con diarrea, fui a un médico que me dio un tratamiento natural, lo que me levantó... Seguí con 5.000 pastillas, nadie sabía cómo recetar los antirretrovirales, yo tomé de todo hasta que casi pierdo un riñón. Ha pasado el tiempo y la discriminación se mantiene. Me miran con temor cuando les doy la mano o uso el baño, pero se van de chupa y tienen relaciones con una persona que conocieron hace dos o tres meses y no usan condón, no saben con cuántas parejas estuvo esa persona. No creo que es desconocimiento, es una situación de sentimiento, porque la enfermedad sigue estigmatizada, se cree que se trata de promiscuos, prostitutas, gays, nadie dice que una mujer de su casa se puede infectar. Yo tengo una pareja desde hace 9 años, andamos como enamorados, se preocupa mucho por mí, gasta mucho en mis medicinas. Aprendí a vivir con la enfermedad, como cuando te cortan una pierna, aprendes a caminar con la que te queda, sigues viviendo. Cuando empezamos a salir antes de que me dé el primer beso, le dije: Voy a hablar contigo, parquéate, es que tengo que contarte algo mío. ¿Matastes a alguien?, preguntó. No, tengo sida. ¿Qué, qué, qué cosa?, dijo. Que tengo sida y ahora ¿qué piensas? Nada, no eres ni la primera ni la última. Y ahí me dio un beso, así empezamos, diciéndole me diagnosticó”.