Recuerdo una noche cálida en el mes de diciembre en que los vecinos de un sector popular preparaban las posadas navideñas. En muchas casas los jóvenes hacían representaciones parecidas a teatros callejeros. Me llamaba mucho la atención que les resultaba muy fácil representar agresiones, insultos, enojos pero les costaba representar ternura, amistad, sonrisas. Las emociones más sutiles y profundas parecían serles ajenas. Mi sorpresa fue aún mayor cuando una joven junto con sus compañeros representó con lujo de detalles una violación. Evidentemente sabía lo que estaba haciendo. Me dio muchos elementos para después poder abordar con ella problemas de fondo en su vida. Pero el resto de espectadores, sus vecinos, encontró esto de lo más normal, se rieron y festejaron. Nadie planteó una pregunta.

Casi igual sorpresa tuve al ver en las páginas de EL UNIVERSO, a propósito del debate planteado sobre el Salón de Julio, una foto de la escultura “¡Lo violó todo el día dentro de un carro!” La escultura es explícita. Un varón negro viola a un niño blanco. Fuera de contexto puede ser además racista y reforzar estereotipos.

Me pregunto ¿Qué es el arte, quien es artista?

Con los integrantes del circo callejero, que interviene en los campeonatos de fútbol callejero, en el que participan actualmente 12 jóvenes hemos hablado mucho de ello. No basta saber hacer malabares, no basta saber bailar y moverse, por último son equilibristas, bailarines, pero artistas no. Para ser artista me dijeron hay que querer transmitir algo, decir algo, tener un mensaje. Expresar con pasión aquello que se siente. El arte es creatividad. No bailan igual dos bailarines, uno puede ejecutar muy bien los pasos de baile, pero si además de saber bailar, danza, siente desde adentro la música, se transporta y nos transporta, entonces es sublime, me dijeron.

La pintura del grito deja, a quien la observa, metido dentro toda la angustia de la humanidad.

Pero si la crónica roja, los informativos, las fotografías nos traen parte de la realidad más nefasta, ¿qué sentido tiene y qué aporta hacer esculturas que solo la reproducen?

Pude ver la trasmisión del festival de canciones Eurovisión, no comprendía la letra de la mayor parte de las canciones, pero el ritmo, los sonidos y el admirable acompañamiento de coreografía en el escenario por medio de paisajes, luces, juego de colores era extraordinario. La técnica al servicio del arte me deslumbró. Cuántas horas de ensayo, cuántos saberes de ingenieros de sonido, de coreógrafos, cantantes, músicos, orquestas directores, cuánto derroche de belleza por los representantes de cada país.

Y luego pude asistir a un concierto. El director sumido en un trance profundo guiaba a la orquesta donde cada sonido es único y a la vez se funde en una armonía. El triángulo tan humilde y tan importante daba su nota justa junto al primer violín, y todos los demás instrumentos de la orquesta.

Que los seres humanos hayamos sido capaces de inventar los instrumentos de música, que haya personas capaces de hacerlos vibrar en sonidos suaves, profundos o brillantes y estruendosos, que los demás seamos capaces de conmovernos con ellos me maravilla. Cómo, nosotros, seres capaces de inventar tales bellezas podemos también matarnos en guerras fratricidas, o insultarnos y pelearnos a dentelladas espacios de poder para imponernos a los demás –me inquieta–.

No sé de arte y sus definiciones, sí sé que cuando tenemos el privilegio de comunicarnos a través de él, debe ser algo que no solo repita la realidad sino que la cuestione, la admire si ha lugar y la trascienda.