Cada vez que sentía que el dolor y el cansancio debilitaba sus brazos y piernas bastaba recordar el rostro de Juan Pablo II, a quien vio de cerca cuando era pequeño, para recobrar fuerzas y seguir entrenando en la pista del parque Miraflores, en Cuenca. Ahí, hace 26 años, siendo un niño inquieto sobrepasó el protocolo de seguridad para conocer, aunque sea por segundos, al papa polaco que visitó Ecuador en 1985.