Un fenómeno incomprensible de nuestro entorno laboral es la política de ciertas empresas y negocios que despiden a los talentos humanos con edades cercanas a los 40 años, los que después no logran reubicarse en el mercado.
En cualquier tipo de cargo, a cualquier nivel jerárquico, el colaborador, hombre o mujer, de 40 años, con diez, quince años de presencia o más en una compañía, es sin duda el que llegó a su madurez profesional porque domina todos los aspectos de su cargo, demuestra conciencia profesional, es eficiente y puntual, sabe dirigir y liderar un área o un equipo de trabajo, se identifica con la misión y visión de la empresa.
Si no fuera así, habría tenido que irse desde hace mucho tiempo.
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Entonces, ¿por qué dar la espalda a la experiencia, romper la estabilidad laboral y los talentos?, ¿será porque colaboradores de esta edad cuestan demasiado? ¡No!, es porque saben demasiado y se convierten en una amenaza para ciertos gerentes o mandos medios que no tienen estatura profesional y humana a la altura de sus cargos; sufren de celos profesionales y viven o sobreviven con la única preocupación de durar en una organización, donde los más altos niveles no siempre se enteran de las injusticias y de los errores que se están cometiendo.
Agreguen que estos despidos se acompañan de liquidaciones bajas con proyecciones de jubilaciones más bajas aún, y los desempleados por edad llegan a la espeluznante conclusión de haber sacrificado años de vida profesional, sin reconocimiento y para casi nada.
Es un golpe bajo a la autoestima.
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¿Qué puede hacer el talento humano al respecto? Prever, vigilar la política de personal de su empresa para determinar si la tendencia es la de considerar la edad como un impedimento y no como una ventaja por ser sinónimo de experiencia, y tomar decisiones a tiempo sin esperar llegar al punto del no retorno, recordando, según ese genio de la gerencia (austriaco nacionalizado estadounidense) que fue Peter F. Drucker, que “uno no puede delinear y proyectar su carrera y su vida basado en una organización temporal”.
Robert Safdie,
Guayaquil