Conseguir unos 20 dólares diarios en la venta de aguas emolientes a base de sábila no es fácil para María; así prefiere que la identifiquen, porque desde hace cinco años vive de manera ilegal en el país y teme ser deportada. Contar con esos recursos le significa despertarse de lunes a domingo a las 04:30 para preparar la bebida y dejar listo el desayuno para su hijo Juan, de 11 años. Luego recorrer, desde las 05:30, las oscuras y peligrosas calles de la isla Trinitaria, donde ella vive, y de la cooperativa Las Malvinas en busca de clientes que por 50 centavos, 1 dólar o 1,50 dólares adquieren la bebida, que junto a una pastilla o multivitamínicos, dice, “cura” enfermedades de riñones, hígado, cálculos, entre otras dolencias. Pero esa rutina diaria se vuelve más tensa. Con su carreta ella se mueve con mucho sigilo atenta a patrullas policiales. Si aparecen, corre y se escabulle.