Con la vigencia de la Ley Orgánica de Educación Intercultural (LOEI), que establece una jornada laboral de ocho horas diarias para los docentes de planteles públicos; con más egresos por la aplicación de las normativas de Educación; y con la esperanza de obtener el ansiado aumento salarial ofrecido por el Gobierno, los maestros recuerdan hoy su día.

La desigualdad en los sueldos; en la preparación académica y en la dotación de implementos básicos para el desarrollo de las clases son parte de las carencias que afrontan muchos maestros, quienes creen que sus esfuerzos por enseñar y mejorar la educación aún no son considerados “dignamente (bien remunerados)”, como quisieran.

Muchos, utilizados políticamente, ven ahora que su lucha en las calles fue en vano, pues varios fueron declarados en exceso por el Ministerio de Educación, y están desempleados. “Peleé como parte de la UNE (Unión Nacional de Educadores), pero igual me sacaron. Este Gobierno debilitó al gremio y lo desplazó”, indicó una docente que prefiere la reserva del nombre para poder “ser reubicada” por las autoridades.

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Con las disposiciones, como la carga horaria, varios maestros han tenido que renunciar a sus trabajos como profesores privados, pues el tiempo no les permite estar en dos sitios.

A otros, en cambio, no les importa pasar peripecias para continuar enseñando, como lo hacen cinco de las historias que presentamos a continuación, en honor a la fecha instaurada en 1920 por el entonces presidente Alfredo Moreno en homenaje al natalicio del escritor y educador Juan Montalvo.

Obtuvo el mejor puntaje (no sabe con exactitud la calificación) en matemáticas en el 2009, cuando fue la evaluación de los maestros a nivel nacional del Ministerio de Educación, y con ello logró un viaje de capacitación a Japón por un mes en ese año y un bono anual de $ 900 que el Gobierno les ofreció a los mejores maestros calificados durante cuatro años.

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Su manera didáctica, alegre y jovial para dar clases hace que los alumnos lo sigan y lo rodeen en los recesos del centro educativo Quinto Guayas, ubicado en el sector de La Concordia, en la coop. Juan Montalvo, al norte de Guayaquil. Es Pablo Ramiro Bósquez Verdezoto, de 51 años, de los cuales 26 los ha dedicado por completo a la docencia.

Bósquez cree que los premios y reconocimientos que él y otros seis maestros de la misma escuela obtuvieron –por parte de este Gobierno mediante la cartera de Educación– por sus excelentes calificaciones son parte del incentivo que merecen los profesores que se han dedicado a esta carrera y que, asegura, a veces son calificados incluso por las autoridades del Ejecutivo de “mediocres y sinvergüenzas”.

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“Esta carrera es muy sacrificada. Hay que vencer muchos obstáculos, como los caminos de rocas y piedras que hay en las zonas rurales y marginales, y que los viví cuando di clases en los recintos de Samborondón, donde cruzábamos en canoa, con sol, lluvia, polvo... Hay que analizar las formas dinámicas y los nuevos retos para dar clases, hay que autoprepararse”, detalla el docente, quien gana un sueldo superior a los $ 700 desde hace tres años.

Pero dice espera que con la oferta del Gobierno, que se establece en la Ley de Educación Intercultural, aumente el salario, como merecen, afirma.

Además de trabajar en la escuela Quinto Guayas también labora en la Academia Naval Almirante Illingworth como docente particular, cuyo ingreso adicional estaría por mermarse, pues agrega que con la nueva carga horaria de ocho horas no alcanza a estar en ambos sitios y está pensando en renunciar al centro particular, del que también ha “aprendido mucho”.

Su inspiración, en especial para Matemáticas (materia en la que se consideraba un poco lento y que ahora intenta hacer fácil para el alumno), nació de su tío Héctor Verdezoto, quien le enseñó a amar la docencia desde que vivía en su natal Bolívar, antes de estudiar el colegio en Guayaquil.

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