Solo los rayos del sol dan algo de claridad al ambiente lúgubre de la pequeña casa, con piso de tierra, donde creció Rosa (nombre protegido). Ahí todo es tristeza. La pobreza es notoria. No solo en la falta de enseres y alimentos, sino también en la carencia de recursos económicos para que la niña reciba tratamiento psicológico tras la violación que sufrió hace tres años cuando tenía apenas 10, y que el Estado, dicen sus familiares, jamás le brindó.