Descomplicado y gentil. Así se mostró en su reciente visita a Ecuador el actor argentino Javier Gómez, quien ha aparecido en producciones como Pedro el Escamoso, La mujer en el espejo y La bella Ceci y el imprudente. Padre de tres hijos, empresario y deportista, el actor –quien ha residido en México, Colombia y Brasil– señaló que estas vivencias lo han llevado a interpretar a personajes de diferentes nacionalidades.

En Guayaquil, permaneció durante tres días para dictar un curso de actuación en una academia de arte. En una entrevista con este Diario, cuenta los inicios de su carrera y su crecimiento profesional en la televisión latinoamericana.

En su reciente telenovela Malparida personificó a un mexicano. ¿Qué sintió al interpretar a una persona de otra nacionalidad en su país?

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Fue un poco loco hacer de mexicano en mi propia tierra. En Argentina me conocen más por los personajes que hice afuera. Ellos (los productores) conocen mi trayectoria y saben que yo puedo imitar acentos y me buscan para eso.

Trabajar afuera ayudó a desmarcar su acento. ¿Lo ve como una ventaja?

Sí, de repente sí. A veces no me doy cuenta y utilizo términos que yo no sé si son argentinos, colombianos o mexicanos. Puedo hablar como cualquiera de los tres. Siempre aconsejo a los actores que no utilicen acentos si no es necesario, porque te quita un 50% de la concentración.

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Es conocido en Ecuador por sus papeles en Colombia y México, ¿cómo se da el paso a su internacionalización?

Fue un poco de casualidad. Estaba en Argentina y vino gente de México, de Televisa, a ver actores para una novela. Yo fui al casting, finalmente no escogieron a ninguno, pero una señora llamada Martha Oliver fue la que me dijo que tenía posibilidades de hacer de galán de telenovelas. México fue el primer país donde actué afuera y en ese género.

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¿Cómo tomó la propuesta de hacer telenovelas?

Fue una propuesta que me interesó porque estaba pasando por un momento emocional un poquito fuerte. Dije bueno, probemos y me fui en el 91. El primer papel que hice en México, en telenovela, fue en Valentina, con Verónica Castro. Además, hice teleteatro. Hice una obra que se llamó El juego de la esposa, que la producían Roberto Gómez Bolaños y Florinda Meza. Yo estaba fascinado porque los adoraba a los dos, y tratarlos en persona no lo podía creer.

¿Qué siguió después de México?

Después de México fui a Venezuela, con Radio Caracas Televisión hice Reina de corazones con Emma Rave, eso fue en el año 98. En el 2000, se vino Marido y mujer con Lucía Méndez, y Pedro el Escamoso. En Brasil tuve la oportunidad de hacer primero en español Vale Todo con un elenco multinacional, de Globo y Telemundo, y a mí me eligieron como el villano de la historia.

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Lo hicimos con Itatí Cantoral, Diego Berti y Ana Claudia Talancón.

La mezcla de nacionalidades es ahora muy recurrente. ¿Por qué apuestan por esta fusión en las cadenas de TV?

A mí me parece chévere. Es bueno porque se están globalizando y la gente tiene la oportunidad de ver actores de otros países, que ha visto en otras telenovelas, y es interesante, porque capta a un público que ya cautivó en alguna producción anterior.

Villano o bueno, ¿con qué papel se identifica más?

Me encantan los villanos porque está más alejado de lo que soy realmente. Yo soy buena persona, un buen tipo.

En sus papeles personifica a hombres guapos, ¿se considera atractivo?

Me dicen que sí, no sé (risas). La verdad, no sé cuándo cambié, yo siempre era la ovejita negra de la familia. Mis hermanos eran todos rubios, lindos; yo era flaquito. El cambio de patito feo a cisne se da cuando me salieron las canas, no sé, fue raro porque yo tuve canas a los 28 años.

¿El atractivo en un actor cuenta mucho a la hora de conseguir un papel?

Yo creo que la televisión busca un poco también eso, busca el atractivo. La televisión siempre fue así, estereotipó a los actores y los encasilló.

¿Cómo hace para tener el atractivo físico vigente?

No sé, yo no hago nada. Lo que sí soy es deportista. Ahora ya dejé de jugar fútbol porque mis rodillas ya no aguantan. Soy tenista, hago natación, al gimnasio voy unas tres veces a la semana. Siempre me gustó comer, entonces yo digo haré todo el ejercicio que quieras pero comer no voy a dejar de hacerlo nunca.

¿Su vocación artística fue innata o la descubrió en el camino?

No, siempre tuve las ganas. En el colegio hacíamos obras y cuando salí del colegio y en mi época mis padres decían: “¿por qué no estudiás una carrera seria?”. Entonces, me recibí de ingeniero civil, ejercí, tuve mi empresa constructora, pero todo eso me llevó a lo que estoy haciendo ahora. Mi pasión es la actuación.

¿Cómo es Javier en la intimidad de su casa?

Tengo una esposa, Silvia, que era modelo y ahora es fotógrafa profesional. Se encarga de hacerme las fotos. Estamos casados hace 18 años. Tenemos a Luciano (7) y a Joaquín (13) ambos nacieron en México.

Me casé por primera vez con la mamá de mi hijo mayor que se llama Ezequiel, quien tiene 26 años. Cuando no actúo me la paso con mis hijos. Me gusta pasar con ellos en la playa.

Si no hubiera sido actor, ¿a qué se hubiera dedicado?

Si no hubiera sido actor o ingeniero civil me hubiera gustado ser cantante.