Por Jorge Barraza (jbarraza@sinectis.com.ar)
.- Padecemos, los hinchas de fútbol, del síndrome de la parcialidad aguda. Es la única enfermedad que no hace mal, una ceguera indolora que nos gusta y no precisa de médicos ni medicinas. Una vez contagiados por el virus de la pasión nos vamos con él al otro mundo. Es incurable, pero bello. Esa parcialitis, divina sinrazón que nos compromete el juicio y nos alegra el alma, hace que todo lo veamos según el color de nuestra camiseta. Nuestros jugadores son los mejores, el árbitro siempre nos perjudica, nunca merecemos perder, las prensa nos persigue, los contrarios son malos deportistas...