Lloró. Estaba apenado, triste. La tristeza es contagiosa, sobre todo por lo que encierra esa tristeza. La del adiós. No volver por los viejos pasos, los caminos recorridos, los desafíos de los juegos, de soñar con los sueños de sus compatriotas que lo veían siempre como una prolongación de sí mismos. Nicolás Lapentti encarnaba a todo un país con esperanzas y realidades.