Alfonso Reece D.
Joseph, un apreciadísimo lector, me hizo notar que, la semana pasada, omití mencionar un derecho básico del ser humano, que debe ser considerado al mismo nivel de la vida y la libertad. Este es la búsqueda de la felicidad. Como lo expresaron con sinaítica sabiduría los Padres Fundadores, esos son los derechos naturales, aquellos con los que venimos al mundo los humanos y nadie nos los puede quitar, porque nadie nos los puede otorgar y no se los debemos a nadie. La realización de estos derechos supone una interactuación con el mundo, conlleva un apropiarse de cosas, en el comer y en el vestir, en el crear y producir, en el disfrutar y divertirse. Nadie puede ser libre en el vacío, nadie puede ser feliz sin poseer nada y, más aún, ninguna persona puede sobrevivir en tales condiciones. El correlato de los derechos naturales, el primer derecho derivado de ellos y sin el cual no es posible ejercerlos, es la propiedad. No hace falta decir que todos los derechos tienen un límite esencial: el mismo derecho de los demás.

Los romanos definieron a la propiedad como el derecho de uso, usufructo y abuso de una cosa. Es chocante esto del “abuso”, pero es necesario ponerlo así, para que nadie venga a decirnos cuál es el uso “correcto”. Si alguien tuviese poder para decirnos qué hacer con nuestros bienes, ya no seríamos propietarios. Los animales domésticos son bienes, cosas, eso es lo que significa res. En Europa les parecerá un abuso que nos comamos a los cobayos, que ellos consideran mascotas, pero a los campesinos ecuatorianos, que crían sus cuyes para comerlos, ese melindre les parecerá una tontería. Mientras no me coma los cuyes del vecino, puedo hacer con mis animales lo que se me ocurra. Ningún plebiscito me puede arrancar mis derechos, no en derecho… de hecho sí, eso y mucho más.

Hablamos del derecho a la “búsqueda de la felicidad” y no a “la felicidad”, porque este concepto cada uno lo entiende a su manera, pero nadie puede obstaculizar que haga lo que me procura alegría. Si hacer que un valiente toree mis reses me llena de contento, puedo hacerlo, mientras no sea en media calle. Es que el toreo es violento… ¿Han sabido ustedes que alguien haya muerto en una bronca entre barras bravas seguidoras de distintos toreros? El combate taurino está altamente ritualizado, por lo que la violencia se sublima en ese espectáculo que promueve la conservación de la naturaleza y la cultura.

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Amigo antitaurino: no es la fiesta de los toros lo que se pondrá en juego, si vamos a una consulta popular para prohibirla, sino derechos naturales esenciales. Sé que ustedes son mayoría, les felicito, eso no cambia mi opinión ni mis derechos. El propósito del plebiscito no es la defensa de los animales, sino ¿por qué no plantean la prohibición de las peleas de gallos, el arado con bueyes y la pesca con anzuelo?… Justamente por ser más los están utilizando en una consulta fácil de ganar, cuyo único fin es presumir de otra “victoria electoral”.