Comerciantes dicen que pagan los “platos rotos” en las peleas entre Cabildo  y Gobierno central.

“Queremos trabajar libremente. No somos ladrones”. “Salimos a las calles porque no hay empleo, nadie nos quiere a nuestra edad”. “Tenemos que llevar el pan a nuestros hijos”. Son las frases que repiten los comerciantes informales en reclamo a las persecuciones que aseguran sufrir por parte de la Policía Metropolitana, mientras expenden al apuro los productos que cargan en su cuerpo o en carretas.

Los informales representaron hasta septiembre pasado al 47% de ocupados en la informalidad en Guayaquil (531.610 del 1’131.508 de la Población Económicamente Activa), según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Vuelven a ser el centro de la pugna entre el Municipio y el Gobierno central, que repelan y apoyan, en su orden, la venta ambulante –y en muchas ocasiones sin control– en vías públicas.

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La época, vísperas de la Navidad y de fin de año, se ha hecho propicia para las peleas entre informales y metropolitanos, pues además del cruce de palabras soeces se producen actos violentos con heridos y detenidos, en una ciudad que tenía en septiembre el 10% de desempleo. Esto la ubicó en primer lugar en la tasa de desocupados a nivel nacional, por encima de Quito y Cuenca, con el 5,8% y el 4%, en su orden.

La confrontación entre la guardia municipal y los informales se acrecentó con las diferencias entre el presidente de la República, Rafael Correa, y el alcalde, Jaime Nebot, a partir del 2008, cuando el Primer Mandatario promovió sin detallar el art. 329 de la Constitución, que garantiza el trabajo autónomo y por cuenta propia en espacios públicos, permitidos por la ley y otras regulaciones (ordenanzas locales).

Desde entonces las peleas, incluso con la Policía Nacional, se tornaron políticas. En el 2009 aumentaron al igual que la cantidad de informales que salió a las calles a defender lo que califican de su “derecho al trabajo autónomo”. Este año las pugnas decayeron así como las ilusiones de dirigentes, que en su momento apoyaron la oferta y el discurso del Gobernador del Guayas, quien prometió intermediar con el Alcalde.

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“Ni del Municipio ni de la Gobernación nos ayudaron. No se nos dio nada. Hasta ahora esperamos la respuesta del Gobernador a nuestro pliego de peticiones para que el Municipio nos pueda dar alguna calle o apruebe nuestro proyecto de los módulos comerciales. De eso ya ha pasado un año”, cuenta resignada Elizabeth Palacios, presidenta de la Federación de Comerciantes Autónomos del Guayas, que agrupa a unos 300 miembros, algunos de los cuales se han desunido.

Palacios, quien lideró con César Espinoza, ex presidente de la Asociación de Comerciantes 10 de Junio, algunas de las protestas del año pasado en contra del Municipio y plantones en la Gobernación, dice haberse sentido utilizada por los representantes del Gobierno, pues hasta ahora su gremio no ha salido de la informalidad y sigue esquivando los controles de los metropolitanos en las calles de la urbe, como en los alrededores del Mercado Central.

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Ella asegura que en ninguna de las tres audiencias que le pidieron al Gobernador, este los atendió personalmente. Otra asociación que también se sintió utilizada por las autoridades es la de Vendedores de Jugos de Coco Afroecuatorianos.

Uno de sus dirigentes, Jaime Corozo, asegura haber presentado proyectos al Cabildo para reorganizarse así como al Ministerio de Inclusión Social y Económica (MIES).

“Acudimos a todas las instancias, primero al Cabildo, pero no tomaron en cuenta nuestro proyecto. Nosotros no queremos confrontaciones de ningún lado. Solo queremos trabajar en lo que sabemos hacer, que es el jugo de coco propio, que viene de Esmeraldas”, acota Corozo.

Su organización agrupa a 58 afroecuatorianos, la mayoría provenientes de Esmeraldas, provincia a la que dejaron sus padres por la falta de servicios y oportunidades de trabajo.

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No son los únicos, la mayoría de los informales migró de otras provincias en busca de días mejores en Guayaquil, a la que consideran puerto económico de superación. No salen aún de la informalidad por varias razones: la resistencia al cambio, la idiosincrasia cultural, la falta de fuentes de empleo y de líneas de créditos, capacitaciones y estudios u otros.