Cubierta bajo un manto de incertidumbre, casi desde el día en que la FIFA le otorgó la sede hace seis años, Sudáfrica tuvo que aguantarse las constantes conjeturas sobre si tendría listos sus diez estadios o si podría ofrecer una infraestructura de transportación y hospedaje para los visitantes, que parecían  dar al traste con los planes del primer país africano en albergar un Mundial.

Un territorio con una historia marcada por el régimen de segregación racial del apartheid, del que logró salir tras una larga lucha liderada por Nelson Mandela, es ahora una nación golpeada por rampantes tasas de criminalidad y casos de sida, pero que  ve en el Mundial la plataforma para codearse entre las grandes economías y convertirse en un imán turístico.

Está lista para la fiesta del fútbol y desde el viernes 11 será centro de la atención mundial.

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La Nación del Arco Iris muestra su mejor cara a pesar de los conflictos y críticas que tejen su vestimenta multicultural.

Desde 1974 la selección de fútbol de Sudáfrica estuvo suspendida por la FIFA debido al Apartheid, un régimen de violencia contra las razas no caucásicas del país. Fue creado en 1948 por iniciativa de los colonizadores ingleses e implicó para el país un rechazo de la comunidad internacional.

En 1991, abolido el régimen británico gracias a Frederik de Klerk, presidente que sustituyó a Botha, líder partidario del Apartheid, el equipo sudafricano de fútbol volvió a las competencias oficiales.

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Si bien no consiguió grandes logros en esa disciplina, sí lo hizo la selección nacional de rugby, declarado posteriormente deporte nacional. El equipo denominado Springboks (Gacelas) consiguió el campeonato mundial en 1995 y en el 2007.

Sudáfrica, no satisfecha con esto, buscó siempre su relevancia deportiva en el fútbol y Nelson Mandela, uno de los políticos más influyentes del país, fue el líder de este propósito. Entre sus logros se encuentra su resistencia contra el régimen del Apartheid y su participación en la divulgación de la Carta de la Libertad aprobada por el Congreso del Pueblo en 1955. Esta labor fue premiada con el Premio Nobel de la Paz en 1993.

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Otro de los ideales del primer presidente negro de Sudáfrica, de que su patria sea sede de un Mundial, nunca se desvaneció, a pesar de la derrota que sufrió en la FIFA en el 2006 contra Alemania, por apenas un voto de diferencia a favor de los germanos. El segundo lugar que obtuvo, le mereció la oportunidad a la nación de ser sede del Mundial 2010, convirtiéndose así en el primer representante del continente africano en abrir las puertas a los 32 equipos de fútbol del mundo que clasificaron.

La sede mundialista es un estado del África Meridional con costas en los océanos Índico y Atlántico, y cuenta la mayor parte del tiempo con un clima cálido (hasta 38°c). Tiene tres capitales: Ciudad del Cabo ( legislativa), Pretoria (ejecutiva y de la administración del estado) y Bloemfontein (judicial).

Cuenta actualmente con una población de más de 47 millones de habitantes según la página www.es.fifa.com. Su moneda, el rand, es la única que se puede utilizar para las transacciones comerciales, sin excepción. Además, ninguna moneda latinoamericana puede ser cambiada, por lo que los turistas hispanos deben llevar cualquier otra.

Con respecto a la religión, tanto entre negros, blancos y mestizos, la principal es el cristianismo, aunque también se destacan otros cultos africanos, como el islam, el hinduismo y el judaísmo.

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La historia del país más desarrollado de África debe su diversidad de razas y culturas a las invasiones de países europeos que comenzaron a mediados del siglo XVI. Primero llegaron los portugueses, pero sin intención colonizadora. Luego, los holandeses, que arribaron en 1652 y que sí se asentaron definitivamente en el Cabo de Buena Esperanza, que en la actualidad tiene una reserva natural homónima que alberga diversidad de especies.

A finales del siglo XVIII arribaron finalmente los británicos e invadieron los asentamientos holandeses. Así nació la disputa, no solo por las tierras sino también por los vastos recursos minerales del lugar, que quedó finalmente en manos de los ingleses, creadores del Apartheid.

En 1990, tras un largo periodo de lucha en contra del fenómeno por parte de los grupos opositores, en especial de los integrantes del Congreso Nacional Africano, fundado por Mandela, el gobierno del Partido Nacional holandés (que desde siempre tuvo rencillas con los británicos) y el cual había subido al poder en 1948, dio el primer paso para que dejaran de tener efecto las leyes discriminatorias, lo que trajo las primeras elecciones multirraciales en 1994.

El Congreso Nacional Africano ganó con gran ventaja en ese entonces y hasta hoy se mantiene a la cabeza de Sudáfrica, con el líder del partido, Jacob Zuma, electo presidente el 22 de abril del 2009.

El único país africano participante en el grupo de las naciones emergentes e industrializadas (G20) registra actualmente una economía deficiente, pese a ser sede mundialista. Entre sus ciudadanos existe un 23% de índice de desempleo y el Producto Interno Bruto (PIB) ha sufrido un descenso en los últimos seis meses.

Se calcula, además, que los ingresos que se recibirán después de la Copa del Mundo serán de aproximadamente 1.770 millones de dólares, pero aun así, Sudáfrica tendrá un déficit de $ 300 millones, los cuales representan su inversión en la modernización de diez estadios y en la mejora del transporte y la seguridad.