A sus 99 años, el barbero Anthony Mancinelli atiende a un promedio de 25 y 30 clientes al día. Él empezó a cortar el cabello a los 12.

Los dos hombres hablaron sobre alguna de las cosas comunes, el clima, lo que ha sucedido en la ciudad, mientras Jaffe pedía su corte común: un poco atrás y bien recortado a los lados.

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Fue el tipo de intercambio fácil de bromas entre cualquier barbero y un viejo cliente. Y Mancinelli ciertamente ha tenido mucho de esos clientes.

Empezó a cortar el cabello cuando Calvin Coolidge estaba en la Casa Blanca. Tenía entonces 12 años. La gente en el Libro Guinness de Récords Mundiales que se preocupa por esas cosas ha proclamado a Mancinelli, quien cumplió 99 años el pasado 2 de marzo, el barbero más viejo del mundo.

“Cuando empecé, un corte y afeitada costaban 25 centavos (de dólar)”, dijo Mancinelli a Jaffe, quien ha sido su cliente durante 25 años. “Un poco después, el corte costaba 25 centavos y la afeitada, 15 centavos extra”.

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Ahora, un corte de Mancinelli cuesta 12 dólares y, según dicen sus clientes asiduos, sus dedos siguen siendo igual de ágiles. “Es el barbero más rápido que conozco, y aún corta muy bien”, manifestó Jaffe, de 60 años, cuyo nieto de 4 años, Anthony Colonna, también estaba sometiéndose a un corte de cabello de Mancinelli. “Para muchos de nosotros, que hemos estado viniendo durante mucho tiempo, él es como de la familia. Espero que siga siendo mi barbero cuando tenga 125 años”.

Otro cliente veterano, Peter LeRose, de 60 años, de Newburgh, Nueva York (Estados Unidos), que estaba esperando un corte de cabello junto con su padre de 90 años, Peter, ofreció a Mancinelli y sus manos firmes de cirujano un cumplido aún mayor. “Quizá tenga 100 años”, dijo LeRose, “pero sigue ofreciendo las mejores afeitadas del rumbo”.

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Observando cómo trabajaba Mancinelli, a su lado estaba Antonio Mugnano, el dueño, quien acotó con una leve sonrisa: “En un día ocupado como hoy, Anthony atenderá a entre 25 y 30 clientes. No se detiene, tiene mucho que decir y siempre tiene una sonrisa en el rostro, que es lo que la gente adora de él”.

Mancinelli, un hombre delgado con una abundante cabellera blanca que alguna vez tuvo su propia barbería en Liberty Street, en el cercano Newburgh, ahora atiende en Antonio & Pasquale Barber Shop, donde un antiguo poste giratorio de franjas roja, blanca y azul está montado fuera de la puerta del frente, y se escuchan una variedad de acentos italianos en el interior.

“Mi padre ganaba solo 25 dólares a la semana trabajando en una fábrica de fieltro, y tenía siete hijos a los cuales alimentar, así que realmente necesitábamos el dinero extra”, indicó Mancinelli, que creció en Newburgh y aún vive ahí. “En ese tiempo, aprender a ser barbero era simplemente una forma de ganarse cuatro o cinco dólares extra a la semana”.

Pero Mancinelli le tomó gusto al oficio. “Disfruto hablando con la gente, es la mejor parte del trabajo”, dijo, y durante casi nueve décadas no ha parado de hablar de temas mundanos y memorables, incluidos la Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial, los Beatles y 27 campeonatos de béisbol de los Yankees de Nueva York.

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“Es como un libro de historia andante”, señaló Mugnano.

Después de empolvar el cuello de Jaffe con una brocha llena de talco, Mancinelli sentó a otro hombre, y en una voz apenas audible, por encima de una canción de Filippo Valli que tocaba en la radio, empezó a contarle cómo los barberos de antaño como él “éramos como doctores”.

“Yo acostumbraba tener una botella de sanguijuelas en mi mostrador y se las ponía a la gente en la piel para drenar sangre”, expresó, sin notar que media docena de hombres que esperaban su turno con él y otros tres barberos estaban pendientes de cada una de sus palabras. “En esos días, mientras cortaba el cabello, ponía una sanguijuela sobre un ojo morado para bajar la inflamación, o en el brazo de alguien que tenía hipertensión, porque la idea era que su presión bajaría”.

Joe Annunziata, uno de los cuatro barberos en el local, llamó a Mancinelli “mi inspiración”.

“Mire la condición que tiene. Quiero decir, nunca ha usado lentes”, indicó Annunziata, de 69 años. “Incluso se corta él mismo el cabello; eso es talento”.

Mancinelli, quien es viudo, trabaja en la barbería dos o tres días a la semana. “Trabajaría todos los días, si me dejaran”, dijo, “pero hay toda una plantilla de barberos aquí”. Atribuyó su resistencia a “comer bien y nunca beber o fumar”. Luego se dirigió a la parte posterior del local y regresó con un ejemplar del Libro Guinness de Récords 2009.

“Mire aquí”, dijo orgullosamente, señalando una página del libro que compartía con otros establecedores de récords: John Simplot, que era el multimillonario más viejo hasta que murió en el 2008, a los 99 años, y se estimaba que tenía $ 3.200 millones; Jeanne Louise Calment, que tenía 122 y era la actriz viviente más anciana cuando murió en 1997; y Bill Wallace, que mató a un hombre en diciembre de 1925 y se convirtió en el prisionero viviente más viejo, después de cumplir 63 años en un hospital psiquiátrico australiano antes de morir ahí a los 107 años.

Posteriormente en el día, Mancinelli dio una paleta de dulce a Anthony, el nieto de Jaffe, le palmoteó la cabeza y dio la vuelta para encontrar al siguiente cliente en su sillón.

“Estoy orgulloso de decir que corto el cabello de niños, sus padres y sus abuelos, y a veces incluso sus bisabuelos”, aseguró. “Aún me siento en excelente condición, así que ni siquiera estoy considerando retirarme, porque venir al trabajo es lo que me mantiene en marcha”.