Lo que el mundo sabía, hasta que la amenaza de los apagones llegó, es que Ecuador no le volvería a dar la mano a Colombia mientras nuestros vecinos del norte no eligiesen otro presidente, nos entregasen las computadoras de Raúl Reyes, reconociesen que los norteamericanos participaron en el bombardeo en Angostura e indemnizasen a los parientes de los terroristas muertos.