Guayaquil, 23 de octubre, 15:30, avenida Quito y Sucre. Fui víctima de un asalto a mano armada. Fui víctima de la delincuencia.

Venía de hacer un trabajo desde el sur de la ciudad junto a un amigo, en su carro. Estábamos agotados, pues estuvimos desde las 10:00 en un terminal portuario, desocupándonos recién a las 15:15, sin almorzar, con dolor de pies y espalda por las largas caminatas con botas de trabajo. Desesperados por llegar rápido a la oficina, pues tenía que ir a recoger a mi hijo a casa para llevarlo a su entrenamiento de fútbol, preferimos  tomar la avenida Quito (para los que no conocen Guayaquil, es una de las principales arterias viales de la ciudad), pero lastimosamente fue una mala decisión; pues nos encontramos con un gran congestionamiento de vehículos.

Cuando llegamos a la intersección con la calle Sucre, nos detuvimos cerca de dos minutos por el caos vehicular. Fue en ese momento que tres hombres y una mujer que venían caminando en medio del tráfico, rodearon el automóvil, teniendo en frente a uno de los tipos. La mujer golpeó la ventana de mi amigo, quien conducía, y lo insultó para que bajara el vidrio.

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Al no obedecerle, sacó una pistola de entre el busto y lo apuntó, por lo que tuvo que ceder. El otro tipo estaba tratando de ver qué había en el asiento de atrás, y un menor, de unos 16 años, se puso junto a mi ventana. Como este era un muchacho, quise reaccionar abriendo la puerta para golpearlo, pero la mujer metió la mano y me apuntó con el arma.

Ya sin opción a nada, tuvimos que entregarle nuestros teléfonos celulares y relojes. Luego, los delincuentes se fueron caminando tranquilamente por la calle como si no hubiese pasado nada. Muchos ciudadanos vieron lo que sucedía; muchos comentaban lo que pasó. Algunos hasta se reían, pero finalmente nadie hizo nada. Nadie llamó a un policía. Nadie nos ayudó.

Recibí muchas críticas por un portal de internet, donde mandé mensajes apoyando la marcha contra la delincuencia, que se realizó en Guayaquil hace dos domingos. Nunca antes me había sucedido un asalto. Ahora salgo a la calle con el temor de que los delincuentes me hagan un secuestro express, me roben el carro o me disparen para sustraerme lo poco que cargo.

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Todos los días tengo miedo de que algo le pueda ocurrir a mi hijo cuando va en el bus rumbo a la escuela. Todos los días tengo miedo de la violencia dentro de las instituciones educativas. Todos los días tengo miedo al salir a un parque con mis hijos. Tengo miedo de salir a la esquina. Temo que mis hijos no puedan crecer con libertad.

Alguien tiene que hacer algo, las autoridades, los gobiernos central y local están llamados a poner cartas sobre el asunto. La ciudadanía está cansada de tanta delincuencia, tanto sicariato. La ciudadanía ya no aguanta más. No estoy de acuerdo que el ciudadano común se tome la justicia con sus propias manos, porque la violencia genera más violencia, pero desgraciadamente, es lo que puede suceder.

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Xavier Loor Salazar,
Guayaquil