Raúl Banderas fue condecorado por las Fuerzas Armadas con la máxima distinción militar: héroe de guerra del Cenepa por comandar la misión que logró derribar  tres aviones peruanos durante el conflicto armado con el vecino del sur, el 10 de febrero de 1995.

Ese día la cuadrilla de aviones Mirage F1 y Kfir de la FAE, liderada por Banderas, derribó dos aviones supersónicos Sukoi y un avión subsónico A-37 de la Fuerza Aérea peruana.      

El próximo 27 de octubre, día que la FAE cumple 89 años, Banderas ascenderá  al grado de general. Después de 14 años del conflicto nos cuenta detalles de la operación aérea que neutralizó los ataques peruanos. 
 
‘Conseguimos superioridad aérea, Perú no volvió a bombardear’    

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¿Qué nos puede contar después de 14 años de la hazaña?     
R. Yo era mayor ese tiempo y líder de la escuadrilla Conejos. Estaba con mi capitán Carlos Uzcátegui (fallecido en el 2002 en un accidente aéreo en Salinas), él era mi número dos. Estaba en el Mirage F1 807 (aviones supersónicos de combate de origen francés) y aparte había otra escuadrilla, Los Broncos, con el capitán Mauricio Mata como líder. Salimos casi a la misma hora, la misión partió a las 12:30 más o menos.

P. ¿Estaban en Taura?
R. Sí, en alerta dos. Eso quiere decir que en dos minutos, desde que el radar de defensa aérea ordena despegar, incluso en menos tiempo, debemos estar en el aire. Para eso hay que estar sentados en el avión, con todo listo, únicamente la cabina un poquito abierta por el calor y la humedad de Taura.

P. ¿Qué tiempo permanecían en esa condición?
R. Doce pilotos nos turnábamos cada dos horas.  

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P.¿Cuándo se declararon en alerta?
R. Desde los primeros días de enero (1995). En diciembre de 1994 ya hubo algunos enfrentamientos en tierra con el Ejército peruano y poco a poco fue subiendo el nivel de alerta.

P.¿Fue la primera misión de combate?
R Hubo tres misiones. La que yo sí elegí irme fue la primera, planificada en la madrugada del 6 de febrero. Yo era comandante de escuadrón y creí que debía dar ejemplo a mis oficiales. 

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P.¿Fue de reconocimiento o directamente para combate?
R. A la primera misión, que se conoce como bautizo de guerra, uno va con más incertidumbre. Despegamos a las 02:45 de Taura con muy mal tiempo. Llovía. La aviación peruana nos estaba bombardeando en la noche con aviones Canberra, escoltados por Mirage 2000; lanzaban bombas a ciegas, sabían más o menos el sector, nada más. Esas bombas no hicieron ningún daño físico a nuestra gente en tierra, pero sí un daño psicológico tremendo. No hubo ni un solo muerto por bombardeos. Yo iba de líder y el capitán Cárdenas en un Kfir (avión de combate israelí) como número dos. Llegamos al sector (Cenepa) y con el radar de mi avión les enganché a los aviones enemigos, les tenía en mi pantalla.

P. ¿Qué significa engancharles?  
R. Como tenerles en la mira, con datos sobre velocidad, altura, con buena información para ubicarse detrás; la mejor posición de disparo o pito de misil. Les tuve enganchados hasta 10 millas, me desenganché del radar porque, según información de inteligencia, ellos tenían un misil con el que nos podían disparar a 14 millas o más, sin vernos con misiles súper 530.

P.¿Perú tenía aviones y armamento sofisticados?  
R. Los mismos aviones (Mirage), pero más modernos. Si tenían el misil que nos decía inteligencia, esa noche nos bajaban y ya no estaba aquí para contarle. Cuando apenas nos desenganchamos del radar, ellos nos engancharon. Estábamos a 30 mil pies de altura, altísimo,  bajamos a seis mil pies, en menos de un minuto mediante una maniobra de riesgo, porque se pierde el sentido de la orientación. Había que confiar en el instrumento. En medio de la noche vi, por tres ocasiones, un resplandor que  se me hacía helado aquí (en ese momento se toma el pecho y cuello). Yo decía, ya me dispararon el misil; a la tercera  vez me di cuenta que era una contra medida electrónica que estaba lanzando de mi propio avión para confundir el radar del avión enemigo. En ese momento perdí el miedo y regresé a buscarles, pero nos tocó regresarnos porque al Kfir le quedaba poco combustible.
Cuando regresamos eran las 04:20 y las condiciones en Taura eran pésimas. Mi compañero no vio la pista y no pudo aterrizar. Me preocupé porque no tenía combustible. Yo me arriesgué, tal vez por más viejo o más mañoso (sonríe) y logré aterrizar. Desde el final de la pista veía el resplandor del Kfir en medio de las nubes, le decía al capitán Cárdenas bájate más, bájate más, hasta que logró aterrizar. Esta fue la misión más dura de todas, estuvimos muy cerca de morir.

P.¿ Por qué no disparó cuando ya les logró enganchar? 
R. Porque no tenía todavía la distancia y el pito de misil. Nuestros misiles se guiaban con calor, el de ellos por radar. Ese día, según los libros de historia del Perú, perdieron un avión Canberra, de pronto por desorientación.
  
P.¿Qué pasó en los días siguientes? 
R. El 8 de febrero ellos cambiaron de táctica y empezaron con bombardeos diurnos. Eso nos facilitó a nosotros. El 9 hubo otra misión, en donde les logramos enganchar, pero nunca les pudimos ver.

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P. Finalmente ¿qué pasó el histórico 10 de febrero? 
R. Eso sí fue porque el destino lo quiso. Mi orden de vuelo estaba para las 08:00. A las 07:30  me llamaron a una reunión con el comandante del Ala y le pedí al oficial de operaciones que me cambie el turno con otro piloto. Ese turno le correspondía al oficial Hugo Lanas (hoy agregado militar del Ecuador en Israel). Cuando regresé tipo 11:30 subí al avión y apenas estábamos acomodándonos con mi compañero Uzcátegui, de pronto recibimos otra vez la orden de despegar. 
Salimos dos aviones Mirage y dos aviones Kfir. Cerca del sector (Cenepa) la defensa aérea dispuso:  Conejos desciendan a  20 mil pies, intercepten y derriben  bajo su propia responsabilidad. Solo sabía que estaban por el lugar, pero no les veía y tampoco tenía información del radar. Estaba a 30 kilómetros de Coangos, eso significa en el Mirage menos de dos minutos.
Estaba muy despejado el día, hasta que logré engancharles a dos aviones. Le comuniqué a Uzcátegui y se puso detrás mío. Estaban a 20 kilómetros cuando les empecé a seguir para una interceptación de 180 grados. De pronto se me desaparecieron de la pantalla. Puse en el GPS ruta Coangos y comencé a buscarles con mis ojos, porque sabía que estaban por ahí, hasta que a unos 7 kilómetros observé unos dos puntitos chiquitos que salían. Cuando les perdí del radar  ellos  bajaron a botar bombas a nuestra gente en tierra. Desde ese momento ya tenía el pito de misil para disparar, pero me detuve porque no sabía si de pronto eran nuestros Kfir. Les llamaba y no contestaban.
Todo pasó en dos minutos y medio, desde que les vimos hasta cuando les disparamos. No lograron vernos y pudimos meternos tras ellos, aceleramos mientras el pito del misil seguía.
Era tal la molestia del pito que bajé el volumen para tratar de escuchar a los Broncos, hasta que me engancharon desde atrás. Le comuniqué a Uzcátegui que me engancharon, aceleré y subí un poco hasta que logré ver la nariz del avión enemigo. Ese rato disparé. El misil le pegó y ellos viraron hacia nosotros. El avión comenzó a botar un  humo negro y ordené a Uzcátegui que le pegue al otro. Le disparó y también le pegó. Segundos después disparé el segundo misil que le pegó en la mitad del avión. Ese momento explosionó el avión, paró un rato en el aire y empezó a caer en círculo y el piloto se eyectó (expulsó).
El otro avión también recibió el segundo misil, pero siguió volando en medio de la humareda. 
En ese momento tuve una sensación de tranquilidad que se haya eyectado, a la final lo que uno quiere es bajar al avión. Ahí nos clavamos hasta llegar casi a ras de los árboles para evitar la amenaza que sentíamos, pero ya no nos siguieron, les perdimos.

P. ¿A qué hora fue el enfrentamiento?
R. El derribo a las 13:05. Cuando nos dimos cuenta que no nos perseguían subimos nuevamente y retornamos a la base.

P. ¿Cómo fue ese reencuentro? 
R. Cuando vieron a los aviones sin misiles todos se preocuparon y llegaron las preguntas, pero enseguida nos pusimos a armar nuevamente los aviones, porque pensábamos que íbamos a tener una represalia más fuerte. Pero no, les paramos completamente. Los peruanos no volvieron a bombardear y nosotros conseguimos la superioridad área. Fue un golpe muy fuerte para la aviación peruana, de cuatro aviones que salieron regresó uno.

P.¿Los pilotos peruanos fallecieron?
R. Sí. Al mayor Caballero, que piloteaba el avión que le disparé, lo encontraron a los seis meses, en la selva. Perderse ahí es para morirse.  

P. ¿Qué siente ahora? 
R. Esto no me gusta contar, lo hago porque  tengo la autorización. Mucha gente me pide que relate, pero no lo hago porque es muy especial para mí. La Fuerza Aérea  me condecoró con la Cruz de Guerra. Estuve cerca de la muerte. 
Un teniente de apellido Rin de Argentina escribió después de la guerra de las Malvinas (con Gran Bretaña) que al principio se siente incertidumbre y miedo, pero a medida que uno va cumpliendo más misiones se le va perdiendo el respeto a la muerte. Exactamente igual sentí yo.

P. ¿En guerra se piensa algún momento en la vida?
R. No es que no se sienta miedo, pero ya en combate uno se dice al diablo todo y se rompe la barrera. Ese rato no hay tiempo para pensar en los hijos, en los papás, es todo tan rápido. 

P. ¿Se siente privilegiado o al contrario?
R. Me siento satisfecho y beneficiado por Dios. Cumplí con la Patria, muchos compañeros me dicen "te envidiamos".  

Hoja de vida
Raúl Eduardo Banderas Dueñas es piloto de combate de la FAE. Nació en Bahía de Caráquez, Manabí, el 22 de febrero de 1958.
Tiene 51 años. Está casado con Mónica Arias y tiene cuatro hijos; la última, Natasha, de cuatro años.