“Una mujer cantante era un tabú. Si  te dedicabas a la música, estabas loca,  en algo malo, y  no eras una ‘niña’ de tu casa”, dice  Carolina Oñate  al hablar de la época cuando empezó a cantar con el grupo Signo Vital, en los bares de Guayaquil,  hace aproximadamente once años.

En la década de los noventa, cuando en  la movida musical guayaquileña reinaban los hombres, la agrupación  decidió incorporar una integrante vocalista. Así fue como Wendy Silva se convirtió en la primera “chica banda” de la ciudad.

Cuando ella emigró a  Estados Unidos, Carolina,   entonces de  19 años, tomó su lugar. Poco a poco entraron en el ruedo  Diana Aguilera y  Silvia Flores, y la lista se fue extendiendo.

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Actualmente se puede encontrar en el mismo día a tres o cuatro mujeres cantando  en diversos bares, como   Ojos de perro azul, Boliche, Kashmir  o Diva Nicotina,  y en  teatros  como el Centro de Arte y otros lugares,   acompañadas por bandas compuestas por hombres.

Influidas  por  artistas  como Janis Joplin, Joan Jett, Blondie,    Alanis Morrissette,  Dolores O’Riordan (The Cranberries), Amy Lee (Evanescence) y Karen O. (Yeah Yeah Yeahs), las chicas de la movida nocturna hacen música porque, simplemente, les apasiona.

El motivo de que haya más mujeres cantantes, según Silvia Flores, es que “las jóvenes se han dado cuenta de  que están a la par que los hombres, y saben que pueden hacer buena música. Antes éramos dos o tres las que nos animábamos, ahora no se pueden ni contar”, explica.

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Existen cantantes de todo tipo. Están las que cantan  reggaetón, covers de Cristian Castro y rock latino; hasta las que les parece imperdonable no crear su  música (las no cover).

La mayoría de ellas se dio cuenta de su vocación  en el colegio. Entre las kermeses, la banda de la iglesia (que luego abandonaron)  y las fiestas de amigos se fueron creando un nombre en el ámbito musical.

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Las “chicas banda”, que decidieron  hacer del canto  su profesión, perfeccionaron los conocimientos  musicales en la universidad o de manera empírica, “al ruedo”, como dicen.

“Aprendí  lo que sé  en internet, viendo las partituras y escuchando canciones”, cuenta Ángela Peñaherrera, de 24 años, quien hace tres fundó con unas amigas  The Cassettes, la banda  con la que canta y toca guitarra hasta hoy.

Ángela solo toca  covers si son canciones que le gustan. “Blondie, Ramones, puede ser...”, aclara  la también guitarrista, pero la mayoría de los  temas que interpreta  son propios. Aunque sigue una carrera de multimedia en la UEES y es asistente de fotografía en el estudio de su papá, no quiere dejar la música nunca.

Jenny Villafuerte, quien  estudió una licenciatura de música en la Universidad San Francisco de Quito, piensa que lo más importante que debe hacer un artista es proyectar, dejar un legado y, por supuesto, “nada de copy-paste”, aclara.

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Ella es profesora de música y ganó el FAAL (Festival de Artes al Aire Libre) esta semana con un tema  llamado Dame paz. No se ubica en un género preciso y toca su “híbrido” (mezcla de funk, pop y jazz) con dos amigos en los  bares que apoyan la música propia en Guayaquil.

“En el sacrificio está el gusto”, dice Villafuerte. Por ello no está de acuerdo con los realities de talentos donde, según ella, se aprovechan de los músicos.

No  todas  las cantantes de la ciudad piensan igual que Jenny. Algunas han participado en estos concursos, porque afirman que la experiencia ayuda.

Carolina Oñate formó parte en el 2003 del concurso de TV para cantantes  ‘Popstars’, y cree que, aunque no se acostumbró a la popularidad que ganó allí, lo que vivió fue importante.

Silvia Flores viajó a Colombia el año pasado para audicionar en la segunda temporada de ‘Latin American Idol’. Aunque no fue elegida, “con unos años menos lo  intentaría de nuevo”, comenta.

“En un bar, un empresario me dijo que podía hacer del canto mi profesión”, cuenta Eliana Romero, una chica de 23 años que canta covers variados. Pero  se dio cuenta de que, aunque le encanta la música, no  veía un futuro como cantante.  Por eso  disfruta el momento, ya que su profesión provisional le  ayuda a mantenerse económicamente. “Después, quién sabe”, afirma.

Cualquiera que sea el look y género; así canten pop, rock, punk o música disco, hoy la gente ve a las mujeres cantantes sexis y chics.

Para ellas, ser sexis y chic no importa mucho, lo fundamental  es tomar el mando, interactuar con el público,  metérselo al bolsillo y cantar, cantar...

“Aunque no todo es perfecto, y a veces quieres matar el chivo (tocar), cobrar e irte”, como dice Carolina, todas coinciden en que el ser cantante “no es un trabajo”, sino algo que aman.  

“Yo nunca voy a dejar de cantar. Cuando esté muy vieja quizás me vea ridícula rockeando y me toque  hacer boleros”, dice Silvia Flores. Pero mientras tanto, que prendan las luces del escenario y comience el show.

Cantantes
Jenny Villafuerte
Su estilo es una mezcla de jazz, pop y funk. Tiene 26 años. Ha grabado algunos temas de su autoría, entre los que  están Dame paz, con el que ganó el  FAAL.

Eliana Romero
Canta covers en bares y toma la profesión como algo provisional. Tiene 23 años. Estudia Relaciones Públicas en la Universidad Casa Grande y las “tocadas” la ayudan económicamente.

Ángela Peñaherrera
Tiene 24 años y le gusta el rock. Aunque comenzó siendo  guitarrista en The Cassettes,  ahora es la vocalista de este  grupo que formó hace 3 años.

Carolina Oñate
Lleva 11 años en el ámbito musical.  Ha cantado covers desde los 19, cuando comenzó en Signo Vital. En el 2003 participó en el reality  de TV ‘Popstars’ y también compone sus propios temas.

Silvia Flores
Un amigo la escuchó cantar un tema de Alanis Morrissette y le propuso formar un grupo. Desde ahí no ha parado de hacer música. Le gusta el rock setentero y algo de lo actual, como el grupo The Killers.